Un TB-7 en 1941, en los comienzos de la guerra entre la Unión Soviética y Alemania.
En 1934 la fuerza aérea soviética (VVS) solicitó un bombardero pesado (TB) con aproximadamente el doble de prestaciones que el TB-3, muy innovador en su día pero que ya resultaba anticuado. Hay que tener en cuenta que 1934 fue uno de los annus mirabilis de la aviación, cuando el ritmo de innovación tuvo un momento de gran intensidad. El mismo OKB que diseñó el TB-3, el de A. N. Túpolev, fue puesto a la tarea, bajo la dirección de V. M. Petlyakov, que se inspiró mucho en el Tupolev SB (bombardero rápido), un bimotor que voló por primera vez ese año y que alcanzó cierta fama en la guerra civil española.
Los trabajos avanzaban a un ritmo razonable cuando en 1937 Tupolev y Petlyakov fueron encarcelados en el centro especial de diseño aeronáutico (TsKB) nº 29 del NKVD, en la calle Radio de Moscú. Allí Petlyakov se dedicó principalmente al diseño del bimotor de bombardeo Pe-2, que fue un gran éxito y le valió la excarcelación en 1940 y al año siguiente el Premio Stalin. Mientras tanto, los trabajos con el bombardero pesado nº 7 (TB-7) se arrastraban por un laberinto kafkiano – estalinista.
El avión había sido diseñado para volar a gran altura, usando un compresor central instalado en el fuselaje para suministrar oxígeno extra a los motores y aumentar así su techo de actuación. Pero la fábrica encargada de fabricarlos entregó seis y se descubrió que no había planes por ningún sitio de fabricar ninguno más. El trabajo en el avión se detuvo hasta que Moscú decidió que continuara, pero con motores diésel y sin compresor central. Al mismo tiempo se ensayaron otras plantas motrices.
La solución diésel era poco fiable y consumía gran cantidad de aceite, pero le daba al avión una gran autonomía. Tras varias marchas y contramarchas se decidió presentar al público el aparato en el desfile del Primero de Mayo de 1940, pero solo un ejemplar pudo volar sobre los pasmados moscovitas. El TB-7 era un avión muy grande y pesado, con 35 toneladas a plena carga y un radio de acción de cerca de 4.000 km. Podría haber sido la base de la aviación estratégica soviética, pero por entonces la planificación militar y el know-how aeronáutico habían sido seriamente dañados por la Gran Purga.
Cuando la Wehrmacht invadió la Unión Soviética en junio de 1941, apenas una docena de TB-7 estaban en condiciones de volar. Ya en condiciones de guerra total, se consiguieron reunir recursos para fabricar un total de 90 unidades aproximadamente, aunque nunca hubo más de veinte en servicio simultáneamente. En agosto de 1941 diez TB-7 fueron enviados a bombardear Berlín, pero solo cinco regresaron, y la aviación y los antiaéreos alemanes no fueron los principales responsables de tanta pérdida. A comienzos de 1942 el mismo Stalin se encaprichó con el poderoso avión y ordenó la creación de una Aviación de Larga Distancia bajo su mando directo. En 1944 se ordenó detener la producción.
A pesar de todas las dificultades, el Pe-8 (llamado así a partir de 1942, como homenaje a V.M. Pletyakov, muerto en accidente aéreo ese año) funcionó valerosamente durante toda la guerra, asestando picotazos a las fuerzas alemanas, a veces bastante importantes, cuando le instalaron una pavorosa bomba de cinco toneladas capaz de abrir cráteres de 25 metros de diámetro. Ya en tiempo de paz, nadie sabía qué hacer con el avión, y algunas unidades fueron pintadas de naranja vivo y utilizadas por el departamento polar de Aeroflot. Uno de estos aparatos aterrizó en el Polo Norte en 1954, un año después de la muerte de Stalin.
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