Vickers Wellington: el bombardero más numeroso

 

Un Vickers Wellington en 1939.

La especificación oficial (de octubre de 1932) de carga de bombas y radio de acción de un avión de guerra que superase todo lo anterior fue superada de largo por Vickers, de manera que el ministerio del aire británico empezó a creer que ya tenía el superbombardero, un arma de destrucción masiva con solo dos motores. Eso tenía su importancia, porque los aviones de dos motores eran más baratos y más sencillos de fabricar y reparar que los de cuatro. Se hicieron grandes esfuerzos para fabricar motores de 2.000 hp o más, un par de los cuales daría potencia suficiente a los bombarderos con gran ahorro para el erario público.

El Wellington estuvo cerca de cumplimentar el concepto, pues era grande, relativamente rápido y podía llevar dos toneladas de bombas o más a largas distancias. También era un fruto logrado de la inventiva británica. En lugar de costillas y largueros, toda la estructura del avión era geodética, basada en el mismo principio que hace que las cestas de mimbre sean tan resistentes con un peso tan ligero (el mimbre, hasta mediados del siglo XX, fue un material importante en aeronáutica, para fabricar los asientos de los pasajeros). El Wellington, pues, fue el ganador del trío inicial de bombarderos que funcionó como conjunto de superarmas de Gran Bretaña entre 1937 y 1942.

Se fabricó hasta el último día de la guerra hasta un total de más de 11.000 unidades, lo que le convierte en el bombardero más producido en el Reino Unido de todos los tiempos. La propaganda de guerra utilizó la familiar silueta del Wellington para alentar al reciclaje: metales, papel, gomas e incluso huesos podían y debían ser recuperados y transformados en partes vitales del bombardero. El popular avión también batió algunos récords industriales que fueron muy publicitados, como fabricar un ejemplar en 24 horas justas y enviarlo a una unidad operativa en las 24 horas siguientes. Ahí estaba el punto flojo del Wellington.

Grande y potente como era, no podía seguir el paso de la apisonadora aérea que el Mando de Bombardeo puso a punto entre 1942 y 1945. De los mil aviones que participaron en el raid sobre Colonia, el 30 de mayo de 1942, 600 eran Wellington. Empero este bombardeo, que se consideró el primer gran éxito del Mando, aceleró la salida del Wellington del servicio activo en la tarea de destruir las ciudades alemanas. Harris, el jefe supremo del Bomber Command, vió un fallo principal en el raid de Colonia: ausencia de concentración de impactos, por culpa del pequeño tamaño de los aviones y por lo tanto de su carga de bombas.

Las dos toneladas de bombas del  Wellington ya no eran suficientes, se necesitaban seis como mínimo por cada bombardero, idealmente diez o más. En la destrucción de Hamburgo que se desencadenó en la noche del 27 de julio de 1943 solo hubo 74 Wellingtons entre los casi 800 bombarderos que fueron enviados allí. El versátil Wellington, no obstante, se reconvirtió para múltiples tareas de reconocimiento, patrulla marítima, transporte, avión colonial, etc. y siguió en servicio activo hasta comienzos de la década de 1950.

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