Bombardeando a los indígenas desde una isla en donde los nativos han sido erradicados

 

Un Rockwell B-1 Lancer de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos en la base aérea de Diego García, archipiélago de Chagos, Territorio Británico del Océano Índico, 2001, en el curso de operaciones para el ataque a Afganistán.

El bombardero B-1 es un monstruo de más de 200 toneladas de peso, capaz de cargar 34 toneladas de bombas. Un libro de divulgación publicado en 1979 describía así el B-1: «Una maravilla tecnológica que solo podría usarse en el caso de que estallase una guerra nuclear total» (1). La idea inicial de empleo del avión consistía en penetrar el espacio aéreo soviético a Mach 2 y casi 20 km de altura, descender y aniquilar sus blancos con su enorme carga de bombas y salir de estampida de regreso.

El B-1 levantó el vuelo por primera vez en 1974. En 1977 el presidente Carter canceló el costosísimo avión y optó por modernizar la flota de B-52. En 1981 Reagan siguió adelante con el proyecto. Como tantos aviones de la guerra fría, a partir de 1990 se tuvo que reconvertir para un uso muy distinto, el bombardeo de precisión de fuerzas insurgentes en el tercer mundo. Además el B-1 pertenece a las filas de la aviación colonial, pues tiene su base principal en una colonia británica.

Un gran cartel saluda al visitante del llamado oficialmente U.S. Navy Support Facility Diego Garcia B.I.O.T – «One Island, One Team, One Mission» – y ningún molesto nativo, se podría añadir. El BIOT (British Indian Ocean Territory) es una de las últimas colonias que le quedan al Imperio británico, y tiene la particularidad de estar alquilado a los Estados Unidos y carecer de población indígena, que fue deportada en masa en la década de 1960 y sustituida por trabajadores filipinos con salarios de aproximadamente 2 dólares por hora (2).

 

Vista frontal de un B-1 en vuelo de crucero

 
La función de la antigua Colonia de la Corona, maquillada posteriormente como «Territorio Británico» es crucial en la geopolítica de las últimas décadas. Es la gran base desde la cual los bombarderos de la USAF dominan Oriente Medio y el Sur de Asia. En 1990 acogió a los B-52 que atacaron Irak, y en 2001 a los B-1 que bombardearon posiciones talibanes en Afganistán. Desde entonces el B-1 «Lancer», más conocido como «Bone» es el inquilino más notorio de la base, desde la cual lanza «ataques rutinarios» sobre Afganistán (3) y más recientemente sobre las posiciones de Estado Islámico y otras fuerzas en Irak y Siria.

El 3 de septiembre de 2009, una patrulla del Ejército español se encontraba en el paso de montaña de Sabzak, en Afganistán, cuando tuvo un encontronazo con una unidad de la milicia talibán. Los soldados pidieron apoyo aéreo, y el mando de la Coalición propuso enviarles un bombardero B-1, un monstruo de más de 200 toneladas de peso, capaz de cargar 34 toneladas de bombas. Con buen criterio, los militares españoles declinaron la oferta por temor a causar víctimas civiles, y prefirieron la ayuda de dos helicópteros italianos, que bombardearon las posiciones afganíes haciéndoles la mayor parte de los muertos que causó la escaramuza, 13 en total, contra ninguna baja europea.

Dos días después, un ataque aéreo solicitado por los soldados alemanes causó unos 100 muertos en la provincia de Kunduz (4), y probablemente la mitad, si no la mayoría, eran civiles. Así es como la OTAN, España incluida, perdía día tras día la guerra de Afganistán, empleando crueles procedimientos de control aéreo colonial que ya estaban a punto de cumplir un siglo de existencia.

1- Andrew Kershaw: Los aviones de combate. Ed Fontalba, 1979
2- Katie McQue: Inside Diego Garcia, America’s highly secretive military base. New Internationalist, 14 March 2017 (newint.org).
3- Wesley Morgan: The B-1 bomber. The underappreciated workhorse of America’s air wars. The Washington Post, Dec 30, 2015 (washingtonpost.com).
4- El País, 5 de septiembre de 2009: “La OTAN causa una matanza en Afganistán”.

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