La montaña de agua viajera

La calidad de la foto es muy mala, pero capta el espíritu del momento: «Primer tramo del trasvase Tajo-Segura. El ministro de Obras Públicas, don Gonzalo Fernández de la Mora, brinda con los obreros que han logrado la perforación del túnel del primer tramo del trasvase Tajo-Segura, bajo el monte Altomira [Cuenca] ABC, 9 de abril de 1972 (Hemeroteca de ABC)

 

91. Castilla-La Mancha y Murcia

 

Igual que la India y Pakistán tienen una provincia en medio, Cachemira, que ambos consideran como suya –y que ha sido la causa de varias guerras– así Castilla-La Mancha y Murcia tienen una provincia en medio, Albacete, que es parte murciana y parte castellanomanchega. Se han publicado mapas que establecen con precisión hasta donde llega la influencia respectiva de ambas regiones, serían murcianos más de una docena de pueblos, casi todos en el partido judicial de Hellín y parte del de Almansa. En jarique.com se puede ver un mapa de la Gran Murcia. Hay que tener en cuenta que durante siglo y medio aproximadamente Albacete figuró en los mapas como perteneciendo al reino de Murcia (1833-1979).
Pero todo esto son fuegos artificiales y distracciones de eruditos. El verdadero conflicto entre Castilla-La Mancha y Murcia tiene el tamaño del kilómetro cúbico de agua que debería fluir todos los años desde los embalses de Guadalajara a los sedientos campos de Murcia, que raras veces alcanza ni siquiera la mitad de esa cifra y que incluso, horror de horrores, Castilla-La Mancha quiere cortar en seco.
El trasvase Tajo-Segura llevaba muchos años en proyecto cuando se iniciaron las obras, en 1966. La idea era sencilla y original: construir un río artificial desde la cabecera del Tajo, que recoge las lluvias de buena parte del Sistema Ibérico, hasta el río Segura. En 1933, cuando la idea se lanzó al mundo, no existían los enormes embalses de Entrepeñas y Buendía ni había suficiente hormigón ni maquinaria pesada en toda España. En 1966 ya existía el Mar de Castilla (un grupo de embalses que incluía Entrepeñas, Buendía y algunos más, en La Alcarria), el segundo plan de desarrollo ya estaba en marcha y el ecologismo, el conservacionismo, el regionalismo y el buenismo eran amenazas lejanas. De manera que trepidaron las excavadoras, se agitaron las hormigoneras y el gran canal comenzó a tomar forma. Se terminó en 1979. Es una obra de romanos, con túneles de muchos kilómetros y muchos kilómetros de pilares en otros tramos. Es necesario elevar el agua en varios puntos para salvar abruptos desniveles. Nada que ver con los tranquilos canales de riego propios de países llanos, como el Nilo en Egipto (con quien se ha comparado muchas veces la política hidráulica española). La idea inicial era trasvasar todos los años 1.000 hectómetros cúbicos, un cubo de agua de un kilómetro de lado difícil de imaginar. La media real no ha superado la tercera parte de esa cantidad.
Los problemas comenzaron cierto verano cuando el río Tajo en Aranjuez, aguas abajo de la toma de agua del trasvase, se quedó seco y polvoriento. La hábil respuesta de la administración fue reducir el caudal ecológico (la cantidad de agua mínima necesaria para la conservación de la vida en el cauce) del Tajo, pasando de 6 a 3 metros cúbicos por segundo. Nadie había previsto que, en los años secos, apenas queda agua para el Tajo, y menos para enviar parte sustancial de ella al lejano río Segura. En teoría, la última palabra de si se enviaba agua a Murcia y en qué cantidad la tenía el Gobierno central, pero en la práctica los Gobiernos de Castilla-La Mancha y de Murcia tomaron cada vez más cartas en el asunto, y así comenzaron las famosas guerras del agua, por suerte incruentas. Castilla-La Mancha acusaba a Murcia de querer el agua para alimentar urbanizaciones y campos de golf, acusación rechazada con indignación por Murcia, que a continuación acusaba a Castilla-La Mancha de querer llevar a la miseria a sus agricultores. El insulto final fue una propuesta en firme castellanomanchega de cerrar el trasvase en 2015, que se consiguió cambiar por la promesa de que esta comunidad contaría con una “reserva inalienable” de 6.000 hectómetros cúbicos de agua. Los forcejeos políticos siguen, sin importar mucho si los que pelean son del mismo partido o de partidos enemigos. El agua está muy por encima de la política. Mientras tanto el calentamiento global –que no existe según las petroleras– con sus veranos tórridos y resecos, avanza paso a paso.

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