La última apuesta soviética por la altura y la velocidad

El único prototipo del Sujoi T-4 que voló. Lo hizo por primera vez el 22 de agosto de 1972.

A comienzos de la década de 1960 la guerra fría estaba al rojo vivo. La crisis de los misiles de Cuba puso al mundo al borde de una guerra nuclear en octubre de 1962, y justo entonces comenzó a rondar en la cúpula política y militar soviética la vieja idea de fabricar un avión invulnerable a las defensas del enemigo, capaz de atacar donde y cuando quisiera, protegido por su enorme velocidad (Mach 3,5) y la gran altura (24 km) a la que volaría. Es decir, el antiguo santo grial de los bombarderos.

El equipo de Pavel Sujoi se puso manos a la obra tras ganar el concurso de ideas correspondiente, con un ojo puesto en el Valkyrie norteamericano (ya descartado por entonces) pero con idea de hacer algo más veloz y compacto, más capaz de atravesar las defensas enemigas que el aparatoso North American XB-70. Tras años de duro trabajo y el desarrollo de cientos de patentes, el avión de acero y titanio estuvo a punto. Era más pequeño que el Valkyrie pero aún así enorme, con un peso de más de 130 toneladas. La reducida tripulación de dos personas podía bajar la nariz del avión para despegues y aterrizajes, pero no había visibilidad delantera en el vuelo llano, salvo a través de un periscopio.

El modo de empleo del T-4 consistía en portar un par de enormes misiles de crucero con explosivo nuclear y soltarlos a distancia conveniente sobre objetivos de alto valor estratégico, como un grupo de portaaviones, el Pentágono o el Capitolio en Washington. En agosto de 1972 comenzaron las pruebas en serio, pero para entonces, con los pragmáticos Richard Nixon y Leónidas Brezhnev en el poder, la guerra fría se enfriaba paulatinamente. En 1972 ya había gran actividad de conversaciones de limitación de armamentos y de prohibición de pruebas nucleares atmosféricas entre la URSS y EEUU. El proyecto T-4 perdió todo su sentido político y militar y en 1975 se canceló definitivamente.

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