Sillones de mimbre y amplias ventanas: otra experiencia del viaje aéreo

Un Farman f.60 Goliath de la Société Générale de Transports Aériens (SGTA), denominación oficial desde 1920 de las más conocidas como Líneas Aéreas Farman, (Société des Lignes Farman), en 1922.

El viaje aéreo entre París y Londres en la actualidad es, aunque parezca extraño, un viaje subterráneo. Comienza en una boca de metro de cualquiera de las dos capitales y continúa por kilómetros de corredores, escaleras mecánicas y pasarelas rodantes hasta que, por el cambio de color de las paredes, adivinamos que ya estamos en el aeropuerto y, tras un par de kilómetros más de corredores, nos hallamos sentados en lo que parece ser el interior de un avión de pasajeros. El trayecto aéreo en sí dura muy poco (Londres y París están a poco más de 300 km de distancia) y las nieblas del canal frecuentemente impiden la visibilidad. Tras el aterrizaje, hay que recorrer de nuevo varios kilómetros de túneles y pasarelas hasta emerger a la superficie en la ciudad luz o en la del Big Ben. Tiempo total: tres horas como mínimo.

Las cosas fueron muy diferentes el 8 de febrero de 1919. Ese día un Goliath despegó de Toussus-le-Noble, un aeródromo a unos 20 km al sur del centro de París, a las 11 y cuarto de la mañana. Sus 12 pasajeros llegaron sanos y salvos al aeródromo de Kenley, cerca de Croydon, a unos 15 km del centro de Londres, tras dos horas y media de vuelo. El Goliath inició así su carrera como avión de línea de referencia de la primera mitad de la década de 1920. Había sido diseñado como bombardero pesado, y fue fácil convertirlo en airliner por su amplio fuselaje. Eliminando lanzabombas y ametralladoras y añadiendo cómodos sillones de mimbre –junto con el esparto, el mimbre hacía las funciones que hace ahora el plástico como materia prima de objetos ligeros y moldeables–, amplias ventanas y una decoración art decó, el Goliath echó a volar por las rutas europeas y algunos ejemplares llegaron muy lejos, a Cuba, Sudamérica, la URSS y Japón. La SGTA sufrió varias fusiones y adquisiciones hasta que a comienzos de la década de 1930 fue abducida por la gran aerolínea nacional, Air France.

La ruta aérea París – Londres ya funcionaba oficiosamente durante la guerra, cuando algunos vuelos militares entre ambas capitales aprovechaban para llevar correo y algunos pasajeros. Farman abrió su ruta pocas semanas después del armisticio. El Goliath volaba a 120 km/h con un techo de 4.000 metros, de manera que el viaje, con buen tiempo, debía ser espectacular. Con mal tiempo podía ser aterrador, pues el Goliath, que parecía enorme, solo pesaba cinco toneladas a plena carga, y podía ser zarandeado por un viento fuerte como una hoja en un remolino. La navegación era otro problema, pues en aquellos días era casi estrictamente visual, y los pilotos solían utilizar las  vías férreas como referencia para marcar el rumbo. En invierno el transporte aéreo se paralizaba en Europa, y no fue hasta la década de 1950 cuando los aviones comerciales comenzaron a operar en todo tiempo.

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