Perfil tentativo del TNCA Sonora, con su denominación bien visible en letras artísticas sobre el fuselaje.
El TNCA (Talleres Nacionales de Construcciones Aeronáuticas) Sonora voló por primera vez en marzo de 1922 y tenía un aspecto impresionante para la época, dominada por armatostes biplanos llenos de cables y riostras. Téngase en cuenta que el Boeing Peashooter, el primer monoplano de la aviación militar de los Estados Unidos, hizo su primer vuelo diez años después. El villano de esta historia, Ralph O. Neill, asesor técnico de la naciente aviación mexicana, descartó el modelo y sus sucesores Tololoche y Quetzalcoatl como inapropiados para uso militar, para desesperación del ingeniero Ángel Lascurain, responsable del diseño de estos aeroplanos. En realidad tal vez ambos tenían razón. Lascuráin y su equipo pusieron en vuelo un puñado de aviones muy innovadores, que habrían podido evolucionar y dar origen a una industria aeronáutica autóctona mexicana. Pero también es verdad que la aviación militar mexicana de aquella época no necesitaba innovación, sino sólidos aeroplanos para bombardear y ametrallar a los disidentes allá bajo, pues se empleaba a fondo para combatir toda clase de amenazas internas al poder del Estado: rebelión delahuertista, guerra cristera, rebelión escobarista, y la sublevación de los indios Yaqui precisamente en Sonora. En todos estos conflictos, el estado mexicano ejerció el monopolio de la violencia aérea usando modelos bien probados en guerras coloniales y surgidos de la experiencia de la primera guerra mundial, señaladamente el de Havilland DH.4 y derivados.
Los colores están basados en la maqueta de Andrés Huerta.