La Haya, Madrid y Trípoli: tres conferencias y tres bombas

Una vista precisamente aérea del  Palacio de la Paz de La Haya en 1922. Su primera piedra se colocó durante la Segunda Conferencia de Paz en 1907. Inaugurado en 1913, actualmente es sede de la Corte Internacional de Justicia, brazo legal de la ONU.  Gallica 

Aunque Clausewitz pensaba que las leyes que pretendían establecer reglas de moderación para la guerra eran “un absurdo lógico”, las sociedades humanas nunca han dejado de intentarlo. Cada tipo de arma vesánica ha producido su contraveneno en forma de convenciones internacionales que han prohibido, por ejemplo, las minas antipersonas, los gases tóxicos o las balas explosivas. Por lo general estas reglas se han establecido a posteriori, una vez que los terribles efectos de las nuevas armas se habían puesto de manifiesto. Pero hubo un caso en que las reglas del uso de un arma concreta se discutieron mucho tiempo antes de que tal arma, y el tipo completamente nuevo de guerra que propiciaba, existieran. Se trataba de la guerra aérea y de su arma principal, el bombardero.

 

La Haya, Países Bajos
15 de mayo de 1899

El verano de 1898 el zar Nicolás II convocó al jefe de su diplomacia y le ordenó la preparación de una gran conferencia de paz entre las potencias representadas en San Petersburgo. Se debe pues a Mijaíl Nikoláyevich Muraviov, más conocido como conde Muravieff, ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, la primera formulación de la doctrina internacional de limitación de la guerra aérea.

En la circular dirigida a las Potencias para organizar una Conferencia internacional de limitación de armamentos –o más simplemente Conferencia de Paz– a celebrar en La Haya, el punto 3 de la circular, que listaba los temas a tratar, decía lo siguiente: 3. “»Restringir el uso en la práctica militar de la guerra de los formidables explosivos ya existentes, y prohibir el lanzamiento de proyectiles o explosivos de cualquier tipo desde globos o por cualquier medio similar», que se incorporó sin modificaciones al acuerdo final de la conferencia.

Ciertamente a finales del siglo XIX la potencia de los explosivos y en general el poder destructivo de los ejércitos avanzaba con preocupante rapidez. No existían todavía los aviones, pero dos años antes de la Conferencia de La Haya Clément Ader había hecho la demostración de su aparato volador –que resultó ser un fiasco– ante el ministro de la guerra francés, y todo el mundo sabía que era cuestión de tiempo la aparición de la aviación militar.

El zar Nicolás II, inspirador de la gran reunión internacional, era una extraña mezcla de pacifista y autócrata con no muchas luces y muy mala suerte. Solo cinco años después de la Conferencia de Paz, se vió metido de lleno en una gran guerra contra Japón, la última en la que no se usaron aeroplanos.

Cuatro años antes del primer vuelo de los hermanos Wright, esta primera codificación de reglas sobre la guerra aérea –en vigor desde 1900, expiró en 1905– prohibió pues el lanzamiento de proyectiles y explosivos desde globos “y otros medios de similar naturaleza” (1).

El comandante general del ejército británico, Garnet Wolseley, no estaba de acuerdo con tal prohibición, que en su opinión, privaba a las potencias avanzadas de las ventajas de su capacidad científica e industrial. En una de las primeras formulaciones del pensamiento clásico sobre las ventajas de la guerra aérea, Wolseley argumentó que ésta haría que las naciones se lo pensaran dos veces antes de entrar en conflicto, acortaría la guerra si se llegara a producir y reduciría el sufrimiento de la población civil. Además, adujo, lo reducido del ejército británico hacía muy interesante la opción de poder lanzar bombas desde un globo aerostático (2).

En realidad, las Potencias reunidas en la Conferencia no veían posible ninguna limitación práctica de armamentos ni de su modo de empleo. Lo que sí pareció prometedor fue la creación de un mecanismo de arbitraje automático entre estados, que estableciera la costumbre de acudir a los tribunales internacionales antes de acudir a la guerra.

La Haya, Países Bajos
15 de junio de 1907

Cuatro años después del primer vuelo de un avión en Kitty Hawk, la Segunda Conferencia de Paz de La Haya confirmó las prohibiciones de la primera en materia de guerra aérea. El artículo 25 rezaba: “Es prohibido atacar o bombardear, cualquiera que sea el medio que se emplee, ciudades, aldeas, habitaciones o edificios que no estén defendidos”. Alemania, Francia, Japón y Rusia no firmaron el tratado (2).

La Declaración XIV, que entró en vigencia en 1909, reiteró la prohibición de la descarga de proyectiles y explosivos desde globos y otros medios de similar naturaleza (3). Esta prohibición de atacar desde el aire ciudades, técnicamente, sigue en vigor. En 1942 EEUU anunció oficialmente que ya no seguiría sus disposiciones.

Madrid, España
22 de abril de 1911

La Sesión Anual de 1911 del Instituto de Derecho Internacional se celebró en Madrid. La docta reunión intentó aclarar la cuestión de si la guerra aérea debería ser permitida o prohibida, en bloque o según las circunstancias. Al final se llegó a un compromiso: «La guerra aérea está permitida, pero sólo a condición de que no presente mayores peligros para las personas o los bienes de la población pacífica que la guerra en tierra o en el mar» (4) .

Trípoli, Libia
1 de noviembre de 1911

El sottotenente Giulio Gavotti de la Aviación militar italiana, volando en un Etrich Taube, lanza tres bombas Cipelli de un kilo y medio de peso de peso sobre una concentración enemiga (varias tiendas árabes, una casa cuadrada blanca y alrededor de 200 hombres) en las afueras de Trípoli, Libia. Fueron en total cuatro kilos y medio de bombas explosivas lanzadas a ojo de buen cubero y no se conoce el número de víctimas, si las hubo. El alto mando italiano consideró que esta clase de bombardeos podía tener un efecto moral considerable. Italia había comenzado en octubre de 1911 la invasión de Tripolitania y Cirenaica, la actual Libia, por entonces parte del Imperio Otomano. Parece que la Sublime Puerta protestó por el bombardeo aéreo, en base a la prohibición de la Convención de La Haya de 1899, y que el gobierno italiano alegó que tal prohibición solo se aplicaba a los globos y no a los aparatos más pesados que el aire.

 

1- «To restrict the use in military warfare of the formidable explosives already existing, and to prohibit the throwing of projectiles or explosives of any kind from balloons or by any similar means». Renato Nuño Luco, Cdte Gpo de la Fuerza Aérea de Chile: La Guerra Aérea en relación con el Derecho Internacional Humanitario. Comité Internacional de la Cruz Roja (1998). icrc.org
2- Sven Lindqvist: Historia de los bombardeos. Turner (2002)
3- Reglamento relativo a las leyes y costumbres de la guerra terrestre (H.IV.R) 18-10-1907. Tratado. Tomado de Derecho Internacional relativo a la conducción de las hostilidades, CICR, 1996 Comité Internacional de la Cruz Roja (1998). icrc.org
4-“La guerre aérienne est permise, mais à la condition de ne pas présenter pour les personnes ou les propriétés de la population pacifique de plus grands dangers que la guerre terrestre ou maritime”. Le régime juridique des aérostats (Rapporteurs : MM. Paul Fauchill et Ernest Nys) – II. Temps de guerre . Justitia et Pace – Institut de Droit International. Session de Madrid – 1911 (En idi-iil.org)

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