El mapa de opción política izquierda-derecha en las elecciones de 2019 publicado por eldiario.es, con filtros aplicados para simplificar las masas de color.
En zonas de población densa, la derecha tiene solo dos salidas claras al mar: en Cantabria, un trozo de costa entre Santoña y Santander, y en Murcia, la parte de San Javier al norte del Mar Menor. Esto se puede ver en los mapas municipio a municipio de los resultados electorales de 2019 que están publicando los periódicos digitales. Las elecciones generales de 28 de abril de 2019, muy disputadas, que fueron enfocadas por la derecha como una lucha entre la luz y la oscuridad, las fuerzas del mal y las del bien, la España y la Antiespaña, han provocado una movilización tal de electorado que los resultados, colocado en los mapas interactivos, se parecen bastante a los de hace un siglo. Es decir, el mapa de abril de 2019 se parece extrañamente al mapa electoral tradicional español, tal como se conoció en tiempos de la segunda República y antes, en la Restauración.
Que la costa es de izquierdas y el interior más de derechas es algo sabido desde hace mucho y lamentado por los politólogos de derechas, que hablaban del «influjo disolvente» del mar. Por ejemplo, los métodos anticonceptivos desembarcaban primero en los puertos y desde ahí se difundían al interior. El vehículo de difusión solía ser el ferrocarril, de manera que los nudos ferroviarios solían ser de izquierdas aunque estuvieran en medio de un país de derechas. También se sabía que las aldeas era de derechas y las ciudades o los pueblos grandes de izquierdas. Así sucedía en el valle del Duero, el gran bastión conservador, gobernado por el Partido Popular casi ininterrumpidamente desde las primeras elecciones autonómicas de 1983.
En 2019 se ve muy nítida la gran mancha azul de Castilla y León. Esta zona azul se prolonga hacia Galicia, aunque se detiene antes de llegar a la costa, ocupa La Rioja y sube hasta Cantabria, tradicional feudo derechista entre Asturias, que siempre ha sido roja, y el País Vasco, que vota al PNV desde el paleolítico, ahora incluso en Bilbao (esta ciudad era antes más bien socialista). La zona azul, ahora aderezada con votos de Vox (un partido nacionalista español, algo nunca visto desde los tiempos del PNE del doctor Albiñana) se diluye en el sistema Ibérico y aterriza en Murcia.
Estas elecciones Madrid vuelve a ser de izquierdas, tras muchos años de dar muchos votos a las derechas. En general las ciudades son otros tantos focos de ideas disolventes izquierdistas, y ese efecto conocido desde antiguo se ha vuelto a manifestar con bastante claridad en estas últimas elecciones, sumándose a la influencia de la costa marina. Por ejemplo la muy poblada costa de Cataluña, incluyendo Barcelona, es más de izquierdas y menos nacionalista catalana que el interior.
La gran mancha roja sigue siendo Andalucía Occidental y Extremadura, como ha ocurrido siempre (en mayo de 2019 se cumple un siglo de la represión militar de las protestas de jornaleros andaluces, dentro de lo que se llamó después el Trienio Bolchevique (1918-1920). Pero la actual zona roja de Cataluña y de Andalucía ya no tiene nada que ver con el anarquismo, como lo tuvo tan notoriamente hace un siglo. La acracia es una expresión política que desapareció prácticamente de España después de la guerra civil.
La derecha, al plantear las elecciones de 2019 en términos apocalípticos, no pudo dejar de mencionar el ominoso precedente de las elecciones de febrero de 1936, que dieron el triunfo al Frente Popular y desembocaron directamente en el golpe militar. El mapa de resultados electorales de 1936, aunque sin los refinamientos interactivos de que disfrutamos ahora, se puede examinar y es extrañamente parecido al de las elecciones de 83 años después. Parece que hay un fondo de geografía política en España de muy larga duración, enmascarado en los años de triunfo del PP y en general del bipartidismo y que ahora puede ser visto de nuevo, como se ve un pueblo sumergido cuando bajan las aguas de un embalse.
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