Fotografía tuneada de un reportaje publicado en Mundo Gráfico, el 16 de junio de 1937, sobre la Semana de Euzkadi en Cataluña.
107. Cataluña y el País Vasco
Como decía Bergua (en 1934) “El catalán, étnicamente considerado, no reviste más comparación que con el vizcaíno: robusto, enérgico, trabajador”. Este vigoroso lugar común lo remachó Valentí Almirall tres o cuatro décadas antes: “vascos y catalanes son los trabajadores de España”. Con esta relación de colegas virtuosos rodeados de vagos y poltrones, es decir, del resto de España, no es de extrañar que estos dos países hayan desarrollado una tierna amistad. Prueba de ello, verdadera prueba de fuego, fue la gran y artística colección de cartelería que durante la guerra civil recalcaba los estrechos lazos entre las dos regiones, complementada con danzantes vascos en Montjuich y otras ceremonias similares. Cuando cayó Bilbao en junio de 1937, el gobierno vasco en pleno y algunos restos del Eusko Gudarostea se trasladaron en bloque a Barcelona, donde formaron el primer gobierno vasco en el exilio, que luego estuvo en París y en otros sitios. En realidad, el lendakari Aguirre tenía la descabellada idea de trasladar en masa el ejército vasco a Cataluña para iniciar desde allí una ofensiva sobre la zona nacional y ¿quién sabe? reconquistar Euskadi y Nafarroa de paso.
Hay que tener en cuenta que Catalunya y Euskadi están del lado bueno, el norte, de una de las principales fronteras no ya de la península Ibérica, sino de Europa, la que separa la rica y laboriosa Europa central y del norte de la pobre y perezosa Europa periférica y del sur. Es el curso del Ebro el que define más o menos esta frontera (véase en esta serie la entrada Navarra y Cataluña) Esta frontera también parte Italia en dos mitades, dejando la Padania (nombre que usaba la Lega Nord para a referirse al valle del Po) en el lado bueno y europeo. Por esta razón, son dos regiones o naciones no-PIGS en un país PIGS, lo que explica en buena parte por qué quieren marcharse de tan indeseable compañía para volver a su solar natural, Europa. PIGS es un acrónimo financiero peyorativo acuñado a finales del siglo XX para apodar a los países ricos en ajo y aceite de oliva y con una prima de riesgo por las nubes. Como ejercicio, puede meditarse esta cita: Joselito “se niega siempre a vestir a la europea, y aparece en las reuniones más encopetadas con sombrero ancho cordobés, pantalones ajustados, chaquetilla corta y tacones altos” (Federico Bravo Morata, crónica del año 1914: De la Semana Trágica al golpe de estado). Según la derecha españolista, vascos y catalanes partidarios de la independencia sufren el síndrome de Washoe. Washoe fue una chimpancé criada como humana desde su primera infancia, que sabía usar el lenguaje de signos y que preguntó con interés “quiénes eran esos bichos negros” cuando le enseñaron a unos chimpancés, ya adulta. Desde luego, ella no pensaba ser un bicho negro, sino una humana de los pies a la cabeza. Por la misma razón –dice la derecha nacionalista española– catalanistas y vasquistas, siendo metafísicamente españoles, creen que son europeos. Según los patriotas catalanes y vascos, ellos pertenecen a una especie distinta, tal vez son orangutanes o bonobos. Pero de ninguna manera son chimpancés.
Es lógico que exista una alianza táctica entre los separatistas antiespañolistas de ambas comunidades, teniendo en cuenta que Sabino Arana aprendió el oficio de nacionalista vasco en Barcelona, bebiendo de las caudalosas fuentes del catalanismo de finales del siglo XIX. Es verdad que Euskadi (en su versión expandida, Euskal Herria) y Cataluña tienen una envolvente mayor que el actual límite de sus comunidades autónomas, lo que puede llevar a situaciones embarazosas: el diario ABC señaló arteramente en cierta ocasión que la Gran Cataluña y la Gran Euskalerria se superponen a la altura de Huesca, concretamente en la Ribagorza.
Entrega de la bandera de los voluntarios catalanes en los Inválidos (10/9/20, aux Invalides, remise du drapeau des volontaires catalans [au Musée de l’Armée]: [photographie de presse] / [Agence Rol]) Source: Gallica
En la guerra de 1914-1918 Cataluña y el País Vasco proporcionaron los mayores contingentes de voluntarios españoles al ejército francés, unos doscientos vascos y tal vez mil catalanes. Bastantes de ellos pensaban que el lado francés era el lugar correcto para luchar por la libertad desde el punto de vista general y en particular por la de Cataluña y Euzkadi. El procedimiento era sencillo, bastaba ir al consulado francés en Bilbao o Barcelona, firmar un compromiso de enganche por la duración de la guerra, cruzar la frontera, seguir un corto período de entrenamiento militar y terminar alistado en alguno de los Regimientos de Marcha de la Legión Extranjera.
Desde allí, los voluntarios fueron enviados a las trincheras, donde fueron pasados una y otra vez por la gran picadora de carne humana en que se había convertido el frente occidental. La Legión Extranjera era una fuerza de choque, con soldados voluntarios y profesionales bien pagados y alimentados, de manera que se les envió una y otra vez a ataques suicidas contra las posiciones alemanas, incluso en Verdún. Los datos disponibles parecen indicar que solamente uno de cada dos voluntarios vascos y catalanes salieron con vida de la guerra, una tasa de mortalidad tres veces superior como mínimo a la general del Ejército.
A este Ejército francés era precisamente a donde estaban destinados, obligatoriamente y bajo amenaza de severos castigos si no cumplían, los soldados de reemplazo de Iparralde y el Rosselló, es decir, los vascos y catalanes franceses. Si bien no hubo problemas en las ciudades, y en Bayona y Perpiñán ondeó la tricolor, se cantó la Marsellesa y se vitoreó a los soldados, en las aldeas el entusiasmo era muy escaso, siendo por entonces el patriotismo un fenómeno urbano. Los prefectos comenzaron a alertar de fugas de paisanos en edad militar, sobre todo de los más cercanos a la frontera. Hay que tener en cuenta que era fácil tener conocimientos, amistades e incluso parientes al otro lado.
Al final la conscripción funcionó bien, el número de desertores y prófugos fue reducido, aunque algo más elevado en estos departamentos pirenaicos. Los que volvieron después de la guerra habían cambiado mucho: no solo habían sido sistemáticamente brutalizados, sino que muchos habían aprendido francés fluente y estaban comenzando a olvidar el euskera y el catalán, «Heidu girenean, denborak eginik / Bazterrak ikusirik, frantsesa jakinik» [Cuando volvimos, transcurrido el tiempo, habíamos conocido mundo y aprendido francés]. Habían sido institucionalizados por el Ejército: “L’armée est la grande patrone / Qui vous baptise tous français». (Véase la historia completa en Euskomedia Fundazioa, euskomedia.org)
La mayor parte de los mucho más escasos voluntarios españoles supervivientes se quedaron en Francia. Según algunas crónicas, avanzaban hacia las trincheras alemanas alternando los Vive la France con los Gora Euzkadi y Visca Catalunya. Mientras tanto, los navieros y propietarios mineros vascos y los industriales textiles catalanes multiplicaron sus beneficios vendiendo a la maquinaria bélica francesa montañas de uniformes, mineral de hierro y otras materias primas necesarias para la guerra.
Asuntos: PIGS
Tochos: La Península mutante