Andalanes y cataluces

andalanescatalucesImagen de la portada de la revista Cambio 16, 16-22 de septiembre de 1979. Hallado en todocoleccion.net.

8. Andalucía y Cataluña

Uno de cada siete catalanes es andaluz. Comenzaron los almerienses en la década de 1920, cuando el cierre de minas y la poca venta de la uva de mesa empujaron a miles a emigrar a Cataluña, donde se encontraron con los terribles murcianos. Pero los murcianos eran vistos con más agrado que la gente de Almería, al menos por el staff científico catalán: «El grupo étnico que más dificultades puede presentar para la mezcla [con la raza catalana] es el almeriense, porque ya hemos dicho que por una parte los murcianos son de raza similar a la nuestra y que incluso hay algunos que llevan sangre catalana en las venas», dice Josep A. Vandellós i Solà en su docta monografía «La inmigración en Cataluña», publicada en 1935.
En enero de 1933 la revista Estampa había publicado un reportaje titulado «Un pueblo andaluz se ha trasladado a Cataluña… con el alcalde, el cura y hasta el curandero», redondo titular que sugiere la inmigración en masa de una extraña tribu primitiva. La liebre la levantó el gobernador de Barcelona (Juan Moles), que explicó en rueda de prensa que un pueblo de Almería se había trasladado en masa a Granollers, donde hacían vida aparte y tenían ayuntamiento propio, pero que había cosas peores o igual de malas, como que entre los 18.000 murcianos de la Torrassa (un barrio de Hospitalet de Llobregat), resistían como podían un puñado de barceloneses, llamados familiarmente por los foráneos «la familia de los catalanes».
Una vez en el terreno, el intrépido reportero de Estampa pudo averiguar que no era un solo pueblo de Almería el teletransportado a Cataluña, sino tres, Tíjola, Purchena y Lúcar, especialmente este último (Lúcar y Tíjola pertenecen al partido judicial de Purchena, en el valle del Almanzora). La cosa empezó hacia 1925 en el batallón de montaña de Estella, acantonado en la zona. Muchos de sus soldados procedían de estos tres pueblos, y al acabar el servicio se quedaron en Cataluña. Era una consecuencia muy habitual del servicio militar obligatorio, que funcionaba como una mezcladora en todo el territorio nacional que tenía a su cargo. Lo del ayuntamiento propio almeriense en el corazón de Granollers era un bulo, descubre el periodista tras entrevistar a Don Pepe, el líder de la comunidad. El cual le confía las palabras de su padre al morir: «Hijo mío, si no quieres morir de hambre, dedícate a un oficio de ignorante”, pensamiento que explica la popularidad actual de la telebasura. Y es que, como señala otro de los almerienses entrevistados, el hombre es como la langosta, que se asienta donde hay verde.
Tras un intento frustrado en la década de 1950, cuando las autoridades barcelonesas deportaron a unos 15.000 andaluces de vuelta a su tierra, la cosa empezó en serio en la década de 1960. El viaje duraba casi dos días, y se hacía en tren, apodado por un periodista con inventiva el Transmiseriano. Cuando terminó el Gran Trek andaluz a Cataluña, cerca de 900.000 hijos del Betis habían emigrado a las orillas del Llobregat.
Semejante cantidad de gente hizo pensar a sociólogos, politólogos, antropólogos y otras profesiones que terminan en -logos ¿estaríamos frente a una minoría étnica de verdad? Al principio hubo bastante confusión, en plena década de 1970, con el franquismo en fase terminal y un robusto movimiento vecinal en el que necesariamente participaban gran número de inmigrantes andaluces, que eran mayoría o gran minoría en muchos barrios. En las primeras elecciones al Parlament de Catalunya, el Partido Socialista de Andalucía – Partido Andaluz consiguió más de 70.000 votos, cerca del 3% en porcentaje y dos escaños. Esto no se volvió a repetir.
En las décadas siguientes, el partido socialista de Cataluña (PSC) intentó una y otra vez conseguir el voto de los andaluces catalanes, para los que se acuñaron por esas fechas los horrendos neologismos de cataluces y andalanes, con objeto de acabar con la hegemonía del catalanismo de derechas de Jordi Pujol. Los anda/lanes o cata/luces movían la cabeza y no se entregaban así como así al PSC ni tampoco a los partidos nacionalistas catalanes. Pujol gobernó durante un cuarto de siglo. En 2006 José Montilla, de Iznájar (Córdoba), nacido en 1955 y que emigró a Barcelona en 1971, fue elegido presidente de la Generalitat de Catalunya. Batallones de sociólogos han trabajado y trabajan en el temazo de la integración, asimilación, dilución o evaporación de la poderosa cultura andaluza en la no menos poderosa cultura catalana (aquí nos atenemos a la definición de cultura de doña Sarita: lo que queda cuando olvidas todo lo que te enseñaron el escuela). Las escenas de andaluces buscando trabajo en la plaza del Obispo Urquinaona de Barcelona, como se hacía tradicionalmente en las plazas de las ciudades andaluzas, hace mucho que pasaron. Urquinaona, prócer catalán y adalid del culto de Monserrat, era gaditano. La web de la FECAC (Federación de Entidades Culturales Andaluzas en Catalunya) informa de los actos de la romería del Rocío, por ejemplo los del domingo 24 de mayo de 2015:
“Misa de Romeros. Dará comienzo a las 10 horas. Será presidida por el obispo auxiliar de Terrassa, Monseñor Salvador Cristau i Coll y cantada por el coro de la Hermandad Nuestra Señora del Rocío Pastora Almonteña de L’Hospitalet de Llobregat”. Rebujito (una versión envilecida del antiguo sherry cobbler victoriano, hecha mezclando fino con 7Up o Sprite o algo peor) en mano, los catalanes de cualquier origen disfrutan de la tremenda Feria de Abril de Barcelona, “la nostra”, un lugar que todos los políticos catalanes en activo, incluyendo los más feroces independentistas y antiespañolistas, visitan con unción y buenas maneras.
Hay cosas mucho más antiguas que la Feria de Abril de Barcelona que relacionan ambas regiones: ya en 1284 Sancho IV (rey de Castilla para más inri) confirmó los privilegios de la colonia de mercaderes catalanes de Sevilla, que tenían derecho a un barrio propio en la ciudad, con lonja y horno (véase Relaciones comerciales de la Corona de Aragón con la Andalucía Atlántica durante el siglo XIV y primera mitad del XV, de Máximo Diago Hernando). La Vía Augusta es otra de ellas, la gran carretera romana que circulaba desde Cádiz a Narbona. La verdad es que Cataluña y Andalucía son mediterráneas, según la definición de la famosa canción de Serrat, de Algeciras a Estambul y Barcelona en medio. No resulta raro entonces que la barretina sea un invento fenicio, según José Terrero en su Geografía, ergo andaluz, imagínense los honrados comerciantes de Gádir, Sexi (Almuñécar; aunque ud. no lo crea, el gentilicio es sexitano) y Abdera (Adra) tocados con este famoso gorro rojo hace unos 3.000 años.
Andalucía y Cataluña son la tierra del anarquismo. “La una, por temperamento y antecedentes; la otra, porque allí fructificó, dado su ambiente industrial, la semilla de Fanelli” dice Eduardo Comín Colomer en un folleto de propaganda franquista de 1955. El caso es que, sea por el ardoroso temperamento de los hijos de Betis o más fríamente por el montón de fábricas que había en Cataluña, ambas regiones eran la indiscutible plaza fuerte del anarquismo. Es verdad que las comunicaciones entre una y otra no eran buenas, como se vio durante la insurrección anarquista de enero de 1933. Organizada desde Barcelona, hubo tiros y disturbios en esta capital y en otras ciudades, pero todo fue abortado rápidamente por las fuerzas del orden. En la lejana aldea de Casas Viejas, pedanía de Medina Sidonia, Cádiz, nadie se enteró de que todo había terminado y decidieron pasar a la acción, cortar los accesos del pueblo y atacar el puesto de la guardia civil. Cuando todo terminó habían muerto más de veinte paisanos y el gobierno más o menos izquierdista de Azaña estaba acabado.

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