Un cartel de Acción Nacionalista Vasca (probablemente de mediados de la década de 1960) parece adoptar la idea amplia del Pueblo Trabajador Vasco. Hallado en Borroka Garaia.
Koldo Unceta, en un artículo publicado en 1999 en El País, recordaba como en cierta ocasión un pueblo manchego entero, con el cura y el alcalde a la cabeza, emigró al País Vasco en busca de una vida mejor. Los recién llegados trabajaban sin parar, no tenían tiempo ni dinero para tomar potes por las tardes como los naturales del lugar, que les llamaban despectivamente maketos o coreanos.
La Real Academia da una triste definición de la palabra maqueto, ta: (Del vasco makito o maketo, tonto, majadero; cf. magüeto). 1. m. y f. despect. P. Vasco. Inmigrante que procede de otra región española y no conoce ni habla vascuence.) El diccionario de referencia del euskera, Elhuyar Hizteguia, niega sin embargo este origen. “Coreano” no se sabe muy bien a qué viene, se dice que aludía al aspecto harapiento, enflaquecido y azafranado de los recién llegados, como los refugiados de las fotos de la guerra de Corea (1950-1953).
John Sullivan cuenta en su libro El nacionalismo vasco radical, de 1986, cómo a comienzos de la década de 1960 ETA empezó a considerar la posibilidad de considerar a los inmigrantes como parte del PTV (Pueblo Trabajador Vasco). En el número 12 de Zutik, el boletín de ETA, se publicó Carta a un coreano, que muestra cierta actitud positiva hacia seres tan extraños, aunque «se describían los supuestos rasgos físicos de los inmigrantes como menudos, delgados y amarillentos, en particular si eran extremeños o andaluces».
Juan Paredes Manot (Txiki) nació y pasó los primeros diez años de su vida en Zalamea de la Serena, Badajoz. Fue fusilado en Sardañola del Vallés (Barcelona) el 27 de septiembre de 1975, al mismo tiempo que Ángel Otaegui era “pasado por las armas” (según la nota oficial) en Burgos. Ambos pertenecían a ETA y compartieron el destino de tres militantes del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista Patriótico) ejecutados en el polígono de tiro de Hoyo de Manzanares (Madrid). Fueron las cinco últimas ejecuciones del franquismo, de un total de varias decenas de miles de fusilamientos y agarrotamientos desde el 1 de abril de 1939.
La familia de Juan Paredes Manot formó parte de una emigración fuerte de extremeños al País Vasco en la década de 1960 y 1970. Hoy viven aproximadamente 200.000 extremeños en Euskadi, la mayoría en la zona industrial guipuzcoana del Bidasoa y secundariamente en la margen izquierda de la ría de Bilbao. Sólo en Barakaldo viven 25.000. Nunca han llegado a tener el impacto o la visibilidad que alcanzaron los andaluces en Cataluña.
La interpretación más extendida del fusilamiento de Txiki (“inmigrante, pobre, trabajador, integrado y comprometido”) y Otaegi era que el régimen quería castigar al emigrante y al casero, el recién llegado y el ancestral, “el viento y las raíces”.
Txiki parecía ser la demostración del elusivo concepto de pueblo trabajador vasco, pero que iba más allá del racismo descarnado de Sabino Arana o del SSV (sentimiento de superioridad vasco) del PNV. Podía significar desde todos los vascos “étnicos” con excepción de la oligarquía vasca a todos los trabajadores en Euskadi, sin distinción entre naturales del lugar y foráneos. El concepto nunca se definió con claridad (véase John Sullivan, El nacionalismo vasco radical). Todavía hoy el asunto preocupa a los think tank del nacionalismo vasco de izquierdas: ¿hay que liberar a los vascos, a los trabajadores o a los dos a la vez?
Asuntos: Nacionalismo, Racismo
Tochos: La Península mutante