Los PIGS que se resisten a aceptar su condición

 

 

Siendo ya una adulta joven, la chimpancé Washoe vio por primera vez a unos cuantos simios de su misma especie. Utilizando el lenguaje de signos que conocía, exigió saber quiénes eran “esos bichos negros”. Washoe se había criado como humana y no había visto un chimpancé en su vida. Más tarde le costó trabajo aceptar que no era de la especie humana, sino de la simia. Salvando las distancias, algo parecido les ocurre a los PIGS* que no quieren reconocer que lo son.

Los hay de dos tipos: los distribuidos entre la población y los concentrados en unidades políticas con base territorial. Los primeros son los llamados intelectuales, los segundos los famosos nacionalismos excluyentes periféricos. Los intelectuales suelen escribir una columna en algún periódico, o al menos tener un blog de cierto éxito. Severos moralistas, utilizan un argumento sencillo desarrollado en mil variedades: éste no es un país serio.

En un país serio, los políticos dimiten servicialmente en cuanto meten la pata, la educación está basada en el esfuerzo, se respetan los símbolos del estado, la corrupción está circunscrita, los sindicatos son benéficos y los partidos políticos arriman el hombro. Aquí, en el país PIGS de que se trate, no. Aquí los partidos están corrompidos hasta la médula, todos quieren vivir de la teta de papá –nunca mamá, sin embargo– estado, la educación forma borricos, los sindicatos sólo existen para recibir subvenciones, la autoridad no se respeta, etc., etc.

Esta enorme distancia entre un país serio y el país donde él vive realmente mantiene al intelectual siempre al borde de la apoplejía. No hay que decir que la mayoría de estos líderes de opinión son de derechas, pues su receta para convertir al país PIGS en un país serio es más o menos las que ensayaron Primo de Rivera, Salazar, Franco, Mussolini o Metaxas: Fe, fe y fe. Disciplina, disciplina y disciplina.

Caso distinto es de los nacionalismos periféricos y/o excluyentes. En este caso, lo que les horroriza es que sus propios países o naciones (Euskadi, Cataluña, Lombardía, etc.) estén incluidos en estados de los que les separa una distancia tan grande en seriedad. Desde el punto de vista de Turín, Reggio Calabria podría estar en otro planeta, y Roma es un gigantesco hormiguero lleno de gente poco de fiar. Solamente los PIGS de mayor tamaño, España e Italia, manifiestan este fenómeno con nitidez, aunque no falta en Grecia y Portugal la conciencia de que hay provincias más civilizadas (europeas) y provincias más bastas (menos europeas). Por ejemplo, el dicho portugués: «Braga reza, Coimbra estuda, Porto trabalha e Lisboa diverte-se«.

El sentimiento principal es la vergüenza ajena, «turbación de ánimo que se siente por acciones deshonrosas o humillantes que hacen otros». Estas cosas horribles son principalmente de carácter etnográfico, las clásicas españoladas o italianadas, el espíritu o la esencia de sus respectivas culturas nacionales, Gina Lollobrigida o Carmen Sevilla. El problema es que la españolidad o la italianidad no tienen existencia real, con lo que el abrupto sentimiento de vergüenza ajena que se siente ante ellas en Turín o en Bilbao puede pasear a sus anchas, seleccionar lo que le parezca bien, hincharlo, caricaturizarlo y por último cotejarlo con la correspondiente excelencia cultural catalana, vasca o piamontesa, descubriendo, como es lógico, que es cien veces más inferior, deficiente, destruida, sin calidad y sin futuro.

El siguiente paso es proteger la patria propia de esa inferioridad mareante que amenaza por el sur, y aquí tenemos varias salidas: el espléndido aislamiento, los intentos bienintencionados de elevar a la plebe sureña sin calidad a los estándares del norte, o simplemente levar anclas y dejarlos atrás. Las tres respuestas se ha dado y se dan en los diversos nacionalismos negacionistas-PIGS. En España, el País Vasco siempre ha torcido a la independencia pura y simple, pero no así Navarra. Fue una sorpresa que Cataluña abandonara su tradicional política de mangonear a todo el país para optar por la independencia (entiéndase en ambos casos aproximadamente la mitad de los votantes de cada región).

En Italia, el valle de Aosta y Trentino-Alto Adigio (Tirol del Sur) se podrían considerar como trozos de Francia y la Austria en suelo italiano, de manera que caen de facto en la categoría no-PIGS, aislados y haciendo su vida en los bordes de la piscina italiana. Pero la extensa y mal definida región que se llamó la Padania (nombre en desuso) abarca aproximadamente toda la mitad norte del país, algo más abajo de la frontera burro – olio d’oliva, del que es su «cabeza rectora» natural, desde las metrópolis de Milán y Turín. El nacionalismo padano parece haberse extinguido, aunque el véneto está cobrando fuerza.

(*) El término PIGS (Portugal, Italy, Greece, Spain) se acuñó en los años de la crisis financiera para agrupar a los países con economías de mala calidad de la Europa del sur.

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