Un Boeing B-52 del SAC a comienzos de la década de 1960
“Dr. Strangelove”, que se estrenó en España con el título “Teléfono rojo: volamos hacia Moscú” arranca con una secuencia erótica de ballet aéreo, con imágenes del acoplamiento entre un B-52 y su avión nodriza. Fue durante uno de estos bailes, ya en la vida real, cuando el avión tropezó bruscamente con la historia de España. La pedanía de Palomares (municipio de Vera), en la costa de Almería, ignoraba por completo su importante papel estratégico en el despliegue del SAC hasta la mañana del día 7 de enero de 1966, cuando cuatro bombas nucleares cayeron sobre el pueblo junto con los restos de un B-52 y su avión cisterna. Al parecer, una montaña situada en las inmediaciones, denominada “Silla de Montar” en los mapas del SAC por su forma conspicua, era utilizada como señal para fijar el punto de encuentro entre los bombarderos y sus suministradores de combustible, en un punto intermedio de la larga patrulla entre las bases en Estados Unidos y el flanco sur de la Unión Soviética.
Algo salió mal y los dos aviones chocaron. Tres de las bombas cayeron en el pueblo y sus inmediaciones, y la cuarta en el mar, a pocas millas de la costa. Algunos vecinos apagaron el fuego de una de las bombas arrojando tierra encima y pateando el artefacto. Cuando el polvo se posó y las últimas llamas fueron extinguidas, comenzó un operativo de las fuerzas armadas de los Estados Unidos de considerables proporciones. Los soldados tuvieron que empaquetar en bidones miles de de toneladas de tierra contaminada y enviarla de viaje a los Estados Unidos, y el rescate de la cuarta bomba exigió el empleo de la tecnología de rescate submarino más avanzada de la época.
La reacción del gobierno español ante ese cuasi-ataque nuclear de su territorio fue, no se sabe muy bien por qué, prohibir los vuelos sobre territorio nacional de los aviones militares procedentes de Gibraltar[1]. Pero incluso en un estado totalitario como la España de la época alguna inquietud se filtró a la opinión pública: después de todo, se trataba de armas nucleares, y no hacía muchos años que el gobierno había publicado un folleto con consejos a la población para protegerse en caso de contaminación radiactiva. La respuesta institucional fue apabullante: el Ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, luciendo un bañador de enormes dimensiones, se lanzó a las aguas en la playa de Palomares, acompañado por el circunspecto embajador norteamericano, y retozó entre las olas durante algunos minutos, ante el pasmo de los informadores gráficos. Como la propaganda del Régimen se apresuró a señalar, “La insidiosa ofensiva contra nuestro turismo a través del lamentable incidente se evaporó entre la espuma de la playa[2]”.
El Boeing B-52 Stratofortress es un avión perteneciente a la línea evolutiva de los grandes bombarderos de largo radio de acción, y desciende directamente del avión de seis motores Boeing B-47 Stratojet. Durante la segunda mitad de la década de 1950 y la primera de 1960, el B-52 fue el elegido para transportar las bombas termonucleares. Formando parte del SAC (Strategic Air Command, Mando Aéreo Estratégico), los B-52 fueron la punta de lanza de la disuasión nuclear del Mundo Libre, frente a la Rusia Comunista y secundariamente la China Roja. El objetivo, que se cumplió durante décadas, era mantener en vuelo simultáneamente dos o tres docenas de aviones merodeando territorio soviético, con los convenientes repostajes en vuelo gracias al avión cisterna KC-135.
—————–
[1] DE LA CIERVA, R.: Francisco Franco. Un siglo de España. Editora Nacional (1973).
[2] D.G. de Prensa: Crónica de un año de España. 18 de julio 1965-18 de julio 1966.
Ecosistemas: 1947-1989 La guerra fría