Uno de los prototipos del Bolkhovitinov DB-A, pintado de rojo como corresponde a un avión ártico.
No queda muy claro si el Bolkhovitinov DB-A puede ser considerado una especie aparte o si simplemente fue una versión actualizada del bombardero pesado soviético principal de la época, el Tupolev TB-3. En su documentadísima enciclopedia de la aviación soviética desde 1917 a 1941, Lennart Andersson opina lo segundo. Sea como fuere, el avión presentaba varias características avanzadas en relación con su antecesor y tenía un aspecto imponente. Esa fue su perdición.
En el verano de 1937 la URSS estaba en plena yezhovschina, la era del jefe de la represión Nikolai Yezhov, más conocida como la Gran Purga. Cientos de miles de personas fueron detenidas, acusadas de variados cargos, obligadas confesar mediante la tortura y, con suerte, enviadas a un campo de concentración o, sin suerte, fusiladas. En este panorama de terror, la aviación soviética funcionó como una gran tapadera.
Los logros del estalinismo se aireaban mediante prolijas estadísticas de producción, muchas veces inventadas, pero los aviones no podían ser falseados: tenían que volar de verdad. En aquella época todos los países competían en alcanzar los récords aéreos más espectaculares, y el más atrayente de todos era el de distancia. La Italia fascista, por ejemplo, proyectó una imagen de poder que no se correspondía con la realidad gracias a los impresionantes raids aéreos internacionales organizados por Italo Balbo.
Stalin también creía en el poder propagandístico de la aviación, un asunto al que dedicó una atención muy estrecha. En agosto de 1937 uno de los prototipos del Bolkhovitinov DB-A fue pintado de rojo vivo y, tras una puesta a punto apresurada, enviado con una tripulación de seis personas, todas ellas aviadores experimentados, a realizar un vuelo sensacional, Moscú – Nueva York, con escalas en Fairbanks (Alaska) y Chicago. La pata más larga del viaje, la primera, terminó cuando se recibieron algunos confusos mensajes de radio notificando la avería de un motor y un cambio en la hora de llegada a Fairbanks. Nunca se encontró ningún resto del aparato ni de su tripulación.
Parece ser que el gran avión no había sido probado en condiciones árticas y carecía por ejemplo de calefacción en la cabina y de descongeladores en los sensores de vuelo. Fue convertido en avión de récord simplemente despojándolo de todo su equipamiento militar y atestándolo de gasolina. Por si fuera poco, parece que la información meteorológica que recibió resultó ser errónea. Aunque se construyeron después una docena de ejemplares, el programa del DB-A fue cancelado poco después en beneficio del Petlyakov TB-7, el principal bombardero pesado soviético durante la segunda guerra mundial.
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