Cuando los murcianos amenazaban Cataluña

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Una fotografía del reportaje de Estampa, 9 de Marzo de 1935: «Barcelona es la segunda ciudad del antiguo reino de Murcia… porque 80.000 de sus habitantes son murcianos». Biblioteca Nacional de España, Hemeroteca Digital.

Durante los felices años 20 del siglo XX, Murcia perdió aproximadamente 100.000 emigrantes, la cantidad más grande para una sola región de toda España, que se trasladaron en masa a Barcelona para trabajar en las obras del metro y la Exposición Universal. “Esta invasión de murcianos movió al pueblo catalán a denominar genéricamente como “murciano” a toda persona que no hablaba catalán y que era de clase social baja”. (Alfonso García Barbancho, Las migraciones interiores españolas, 1967).

Hacia 1930 había un barrio entero de L’Hospitalet, La Torrassa, popularmente conocido como “La pequeña Murcia”. Carles Sentís, reportero joven y aguerrido por entonces y al parecer inventor del término “Transmiseriano” (ver Lección VIII) se infiltró en este territorio comanche y emergió de allí con una serie de reportajes donde calificaba a los murciano de raza primitiva, próxima a la animalidad y saqueadores de la beneficencia (por entonces no existía todavía la seguridad social). Según Chris Ealham, en su libro La lucha por Barcelona, los murcianos cumplieron en Cataluña el mismo papel que los irlandeses en la Inglaterra victoriana, “fuente de crimen, enfermedad y conflicto”.
La prensa de Esquerra Republicana de Catalunya, el partido dominante por entonces en la región y en su capital, hablaba de los murcianos y de los parados en general (después de que se acabaron las vacas gordas en 1929) como de un peligro de orden público que debía resolverse usando a la policía, un sistema de pasaportes y la deportación. Esto último se intentó en masa. Recién proclamada la República, la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona alquilaron un tren y llenaron la ciudad de carteles en los que se prometía comida y bebida gratis a los inmigrantes que quisieran regresar al sur de España, Murcia y alrededores. El tren partió hacia el sur repleto de pasajeros, para satisfacción de las autoridades. Alguien consiguió parar el convoy en la estación de La Bordeta, el punto más cercano a La Torrassa y los deportados abandonaron en masa los vagones, llevándose consigo toda la comida y bebida, y no se les volvió a ver. Tras este fracaso, se les intentó deportar uno a uno, con poco éxito.
Algún tiempo después, se colocó un gran cartel en la raya entre Barcelona y el barrio de Collblanc de L’Hospitalet, que decía: “¡Cataluña termina aquí! ¡Aquí empieza Murcia!”. La cosa llegó a tal punto que los militantes anarquistas (de la CNT), única organización que aceptaba en su seno a los peligrosos inmigrantes del sur, se llamaban a sí mismos “los murcianos”. Se recopilaron estadísticas: en las casas baratas de de Santa Coloma, el 74 % de los habitantes eran inmigrantes y el 30% de estos eran murcianos (en La lucha por Barcelona, página 204).
A contrapelo de los racistas de ERC, D. Luis de Hoyos Sainz, el mejor antropólogo de España, incluyó Cataluña y Murcia en la misma zona antropodemográfica, “mediterránea”. Pero hay más. ¿Qué tienen en común Águilas, en el Alto Guadalentín, cuna de Francisco Rabal, con Figueres en el Empordá, origen de Salvador Dalí? Pues nada menos que pertenecer a la misma ciudad, la Gran Costera Mediterránea, que va desde una a otra localidad, que forman sus extremos sur y norte. Esta gran ciudad tiene unos 800 km de largo por unos pocos de ancho, tiene ocho millones de habitantes y acoge todos los años a 20 o 30 millones de turistas.
Coincide con la gran vía imperial de comunicación entre la Bética y Roma, la Vía Augusta, modernamente con la Autopista del Mediterráneo y algunos tramos ferroviarios bastante frecuentados. En su larga y estrecha extensión hay de todo, hacinado codo con codo: fábricas, huertas, aeropuertos, cascos históricos, horrendas alineaciones de bloques de apartamentos, playas y hasta una base naval.
Hay un elemento adicional de disputa entre Cataluña y Murcia: el origen del pa amb tomàquet. Una leyenda urbana recogida por el anticatalanismo afirma que se originó a comienzos del siglo XX, cuando los obreros murcianos del metro empezaron a plantar tomateras para tener algo que frotar en el pan. ¡Algunas versiones detallan que las tomateras se sembraban junto a los raíles! Los eruditos catalanes rechazan indignados esta versión y apuntan al siglo XVIII o algo después, cuando los tomates comenzaron a aparecer por los alrededores del Llobregat. Por si fuera poco, ha echado raíces un horrendo neologismo, pan tumaca, en los bares de todo el reino.

Tochos:

2 comentarios en «Cuando los murcianos amenazaban Cataluña»

  1. Todavía, muy cerca de «La torrassa (Hospitalet del Llobregat)».
    Se celebra un mercado SINGULAR….
    Y en mi primera visita a el …que luego repetí en innumerables ocasiones….cuando la «moriña»
    murciana me apretaba el alma……
    Repito en mi primera visita el impacto emocional
    fué enorme…cantos de..CALANDRIAS….de
    caberneras (jilgueros)..en catalán caderneras…
    verderones…chipines …todas las ramblas de nuestra tierra, cantando al unísono…. que emoción…»LOS PAJARITOS»….es…. no un mercadillo. El amor a la naturaleza, el cariño
    enorme del humano, compartiendo su pena
    con un ser..que le alivia su dolor y al que cuida y mima…más que así mismo…..hay de todo
    Allí compre una jaula..NO de oro..sino de AMOR
    para un pajarito que una alumna de párvulos llevó a la escuela…a nuestra aula..
    También una grabación para que aprendiera a..cantar, como un pájaro adulto…
    Allí me encontré con Murcia y un poquito de Andalucía.
    Algunos no saben que Hospitalet o «Jopitalée»
    es LA SEGUNDA CIUDAD de Catalunya.
    Llena de….Murcianos y Andaluces…..
    Y….sus descendientes.
    Y una Semana Santa..en un bar, unos pocos
    andaluces, con los ojos llorosos agarraron una
    mesa del bar, le pusieron una imagen y sacándola a la calle iniciaron «La Semana Santa
    con Procesiones».

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