La IAF como policía aérea colonial: Líbano, Gaza y otra vez Gaza

 

Un General Dynamics / Lockheed Martin F-16 de la fuerza aérea israelí.

 

En mayo de 2001, el gobierno de Estados Unidos, por boca de su vicepresidente, pidió al primer ministro israelí, el general Ariel Sharon, que dejara de utilizar aviones F-16, de fabricación norteamericana, «como instrumento de represalias de los palestinos”. Cuando el ejército israelí llevaba semanas bombar-deando con tanques, helicópteros y misiles el territorio de la Autoridad Nacional Palestina, el uso de estos aviones se vio como una escalada en el conflicto. Parece pues confirmarse que moralmente es peor disparar desde un avión a la población civil que hacerlo desde un tanque.

A medida que avanzaban los años 80 y 90, y ya plenamente en el comienzo del siglo XXI, la Fuerza Aérea Israelí fue abando-nando paulatinamente su papel de némesis de las fuerzas aéreas árabes y dejando de derribar MiGs en brillantes combates aéreos para pasar a enfangarse en sórdidas operaciones de bombardeo colonial. Como confesó el mayor general de la IAF Elyezer Shkedy en la Global Air Power Conference de Singapur de febrero de 2008, la participación de la fuerza aérea en las operaciones antiterroristas de las fuerzas armadas israelíes había pasado de un 2% en 2002 a un 45% en ese año.

El enemigo era y es Hezbollah en el Líbano, Hamás en Gaza y cualquier grupo considerado como “islamista”, asociado o no a la difusa red mundial de Al Qaeda. la IAF intentó varias estrategias para aniquilarlos primero en el sur del Líbano, en 2006 y luego en Gaza, en 2008/2009. En el sur del Líbano la aviación israelí tenía como principal misión la destrucción del supuestamente enorme arsenal de cohetes en manos de Hezbollah. La prioridad era la rapidez, para impedir la huida de sus enemigos, con lo que la IAF desarrolló una avanzada técnica de recoger información del terreno, evaluarla y disparar a continuación sobre el blanco considerado como enemigo que, envuelta en nubes de argot militar (como NCW o Network Centric Warfare) debía funcionar en apenas segundos.

En la práctica, significó que los aviones israelíes dispararon a todo lo que se movía, como en las zonas de fuego libre clásicas de la guerra aérea colonial. En poco más de un mes la IAF hizo más de 10.000 salidas de combate y regó el sur del Líbano imparcialmente con bombas de todos los calibres, matando a unos 500 miembros de Hezbollah, destruyendo probablemente la mitad de su arsenal de misiles y cohetes y acabando con la vida de más de 1.000 civiles libaneses, amén de muchos edificios y considerable cantidad de infraestructura. El ataque aéreo fue un fracaso, pues el ejército de tierra israelí tuvo que completar la operación haciendo algo que no deseaban hacer, esto es, penetrar otra vez en Líbano. En general, la guerra acabó como una victoria moral de Hezbollah.

Sucesos como el bombardeo de Qana hundieron otras pulgadas más la reputación de la fuerza aérea israelí entre buena parte de la opinión “occidental” – en los países árabes difícilmente podía caer más. El 30 de julio, aviones de la IAF lanzaron una o dos bombas rompemanzanas sobre un edificio de varias plantas en un pueblo próximo a Qana y mataron a varias decenas de personas no combatientes, más de la mitad niños. La rueda de prensa posterior de la IAF insistió en que la zona estaba considerada como importante núcleo de Hezbollah, y que de allí habían salido cientos de cohetes sobre Israel. También se insistió en que la población había sido advertida repetidas veces para que abandonara el área.
Los antibuenistas de todo el mundo se apresuraron a construir la explicación de que las muertes de civiles se debían a que los terroristas se escondían entre ellos, siendo esa la explicación de que las milimétricamente precisas bombas de la aviación israelí mataran inocentes además de culpables. Años después, en el ataque a Gaza del verano de 2014, el escritor israelí Uri Avnery hizo el ejercicio de explicar el bombardeo de Londres por la Luftwaffe en 1940 desde este punto de vista, cuando el gobierno británico con Churchill a la cabeza se escondía cobardemente entre la población civil londinense.

La argumentación de los inocentes como refugio y escudo de los terroristas se volvió a utilizar en la operación Plomo Fundido sobre Gaza de 2008, pero ahora elevada a la máxima densidad. Mientras que el sur del Líbano es una región de pequeñas ciudades y pueblos repartidos en un terreno abrupto, la franja de Gaza es una tira costera y llana de 6 x 40 km habitada por más de un millón y medio de personas. En este entorno urbano hiperdenso, la estrategia de la IAF no pudo basarse en la rapidez, sino en la más bien paciente recopilación de información. La estrategia operacional era la llamada decapitación, es decir, eliminar a toda la cúpula o cuadros directivos y miliantes de Hamas (1). Prolijos repertorios de información indicaban la localización de los objetivos a aniquilar en alguno de los edificios de la ciudad, y a continuación se organizaba el ataque. En ocasiones, se hacían llamadas telefónicas para advertir a la población civil de que desalojara el edificio, con un plazo de diez minutos.

Se argumentó que a veces se usaban bombas pequeñas, de diez o doce kilos, para causar un pequeño impacto en una esquina del edificio, se esperaba la huída de los civiles y a continuación se usaban las bombas de media tonelada, herederas de las daisycutter (cortamargaritas) de Vietnam, para volar el inmueble y pulverizar a todos sus ocupantes. EL portavoz de la IAF dijo con orgullo que la cifra de hamasistas ultimados había sido de 800, con la despreciable cantidad de 200 víctimas civiles colaterales (más tarde la primera cifra se redujo y la segunda se multiplicó por tres; el balance oficial israelí actual de la operación Plomo Fundido es de 1.200 palestinos muertos y 14 israelíes, manteniendo la tradicional proporción colonial de 1 a 100). No cabe duda que la visión de los poderosos F-15, capaces de cargar siete toneladas de bombas, sobrevolando la indefensa ciudad de Gaza, hundió otro poco más la reputación de la fuerza aérea de Israel y por extensión la de su país.

(1) Network Enabled Capability, Air Power and Irregular Warfare: The Israeli Air Force Experience in the Lebanon and Gaza, 2006-2009 – Group Captain Alistair Byford – Air Power Review – Volume 13 Number 1 Spring 2010

 

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