Un McDonnell Douglas F-18 Hornet del Ejército del Aire, como los enviados a la base aérea de Aviano (Italia) por cuenta de la OTAN, y que tomaron parte en las guerras de la antigua Yugoslavia (1995).
La gran decisión acerca del nuevo caza moderno que necesitaba el prestigio militar español se tomó en la primera mitad de la década de 1980 en paralelo a la decisión, con referéndum incluido, de integrar España en la OTAN. El ganador fue el McDonnell Douglas F-18 Hornet. A diferencia de los aviones norteamericanos recibidos durante la dictadura franquista, que eran préstamos, regalos y en todo caso no demasiado caros, la joven democracia española tuvo que pagar una enorme cantidad de dinero por las 70 unidades encargadas al fabricante.
Ya no se trataba de recibir aviones norteamericanos de segunda mano, sino de un minucioso programa de evaluación de todo lo disponible en el mercado, desde el Mirage 2000 al F-16, que se llamó Programa FACA (Futuro Avión de Caza y Ataque) y durante el cual los representantes del Ejército del Aire disfrutaron de lo lindo. El gobierno socialista tuvo un gesto con los militares, financiándoles un avión tan caro y sofisticado, que vino bien para limar asperezas tan poco tiempo después del intento de golpe de estado del 23 de febrero. La idea implícita era que los militares españoles, provistos de medios de alta tecnología para ejercer su profesión, podían olvidarse de su turbio pasado y servir con lealtad a la democracia. Desde entonces el F-18 ha participado en todas las guerras en que ha intervenido España con aviones, empezando en la antigua Yugoslavia en 1995 y terminando en la extraña guerra de Libia de 2011.