Un DC-10 de Spantax en 1985.
A lo largo de la década de 1980, Spantax entró progresivamente en dificultades. La gran subida de precios del petróleo de 1979 fue un duro golpe, peor que para otras compañías porque su flota de Convair 990 procedía de una era de keroseno barato y lo consumía con prodigalidad. La competencia en el mercado del chárter se endureció, pues cada vez había más compañías peleando por un trozo de pastel que ya no crecía al ritmo veloz en que lo hizo la década anterior. En fin, una escena de capitalismo avanzado de las que hacen babear a los economistas neoliberales.
Spantax reaccionó abriendo nuevas rutas y consiguiendo nuevos aviones más apropiados para el transporte de masas, como el DC-10. Intentó negociar con el Estado español la enorme deuda que tenía con él, a base de derechos de aeropuertos, seguridad social, etc, y consiguió algunos aplazamientos gracias a los buenos contactos políticos de la dirección de la compañía. Incluso intentó deshacerse de su flota de Coronados canjeándola por su deuda con el Estado mediante un fantástico plan de cedérselos al Ejército del Aire como aviones cisterna. Al final las deudas pudieron más y la aerolínea fue adquirida por un grupo financiero internacional, para cesar su actividad en 1988.