La guerra de junio

Este gráfico da más información sobre la sofisticada táctica empleada por la aviación israelí para el ataque del 5 de junio. En Mirage: espejismo de la técnica y de la política, de Carlos Pérez San Emeterio. Editorial San Martín (1977).

El ataque comenzó a las nueve menos cuarto de la mañana del cinco de junio de 1967, hora de El Cairo. Cuarenta aviones de la fuerza aérea israelí atacaron, a cuatro por objetivo, diez bases de la fuerza aérea egipcia. La hora había sido extraordinariamente bien elegida: los pilotos israelíes habían tenido la posibilidad de dormir largo y tendido toda la noche anterior, cosa imposible en caso del clásico ataque al amanecer, los pilotos egipcios estaban lejos de sus aviones, desayunando después de su primer ejercicio de alerta del día, los altos oficiales egipcios estaban de camino a sus oficinas o puestos de mando, la niebla matutina sobre el delta del Nilo se disipaba a esa hora, y una hermosa luz tendida llenaba todo el escenario y mostraba los detalles del terreno con nitidez.

Los aviones israelíes bombardearon las pistas con bombas especiales de fabricación francesa que abrían cráteres de varios metros de diámetro, dieron varias pasadas ametrallando y se retiraron. Tenían unos 20 minutos de camino hasta sus bases, donde eran reabastecidos rápidamente y volvían sobre sus objetivos, en total una hora aproximadamente por avión y ataque, todo incluido. La fuerza aérea israelí multiplicó así virtualmente de tal manera sus aparatos que aplastó literalmente a la fuerza aérea egipcia.

Esto pudo lograrse por la confluencia de varios factores: aviones jets muy rápidos y capaces de llevar mucha carga destructiva (un Mirage III podía llevar una tonelada y media de explosivos a 2.000 km/h), un espacio reducido donde actuar (hay 400 km justos entre Tel Aviv y El Cairo) que permitía los rápidos y repetidos movimientos en que consistía el ataque y sobre todo el Plan. El plan en su versión definitiva había sido diseñado en 1964, pero su concepción general venía de muy atrás. Como dijo Mordechai Hod, jefe de la fuerza aérea israelí por entonces: “Dieciséis años de planificación se convirtieron en aquellos dieciocho minutos iniciales del ataque. Vivíamos con el plan, dormíamos sobre él, lo másticábamos, lo perfeccionábamos constantemente (96)”.

Todas las contingencias fueron minuciosamente desmenuzadas, y todos los movimientos fueron ensayados una y otra vez hasta que se alcanzó una coreografía aceptable. Los aviones, las herramientas que se iban a usar, eran en su mayoría de origen francés, pues a partir de 1950 y hasta 1970 hubo una etapa francesa muy clara en la aviación militar israelí.

Hacia 1950 se había firmado un acuerdo tácito entre los tres grandes USA, Reino Unido y Francia, por el que Oriente Medio debía ser mantenido con un perfil bajo de armamentos. Por ejemplo, se permitían los aviones herencia de la segunda guerra mundial, y algunos reactores ligeros como el Vampire, pero los bombarderos jet estaban prohibidos. Naturalmente, todos los países de la zona hicieron lo posible para acopiar los armamentos más mortíferos que hubiera disponibles haciendo caso omiso del acuerdo de limitación de armas.

El acuerdo comercial egipcio de compra de armas a Checoslovaquia, que incluía bombarderos Il-28, preocupó mucho al principal enemigo de Egipto. Israel llevaba tiempo entablando una estrecha relación política con el gobierno francés, a cuenta de que los franceses creían (erróneamente) que Egipto era el principal instigador y apoyo del FNL argelino.

Ese mismo año 1955 la fuerza aérea israelí consiguió un envío de cazabombarderos Mystère, y en 1957 comenzaron a llegar los Vautour, bombarderos de casi 20 toneladas capaces de cargar cuatro de explosivos, algo más que los IL-28. Durante algunos años llevaron una existencia tranquila, pero desde 1964 a 1972, en que fueron retirados por los Phantoms II, participaron en todas las incesantes hostilidades de Israel con sus vecinos árabes. Su momento cumbre llegó en la guerra de junio o de los seis días cuando los Vautour consiguieron localizar y destruir buena parte de la fuerza egipcia de bombarderos. Estos eran principalmente Il-28 pero también contaba con un puñado de Tu-16, un gran bombardero de casi 80 toneladas.

Empero el avión principal de la guerra fue el reactor de ala delta Mirage III. La fuerza aérea israelí había echado el ojo a este avión ya desde el momento de su concepción (voló por primera vez en 1958) y al año siguiente oficiales israelíes ya estaban evaluando el aparato e incluso volando en él, casi antes que los de la Armée de l’Air. En 1961 se decidió comprar 76 Mirage III, las entregas comenzaron el año siguiente y en la víspera de la guerra de los seis días había unos 65 aviones completamente operativos. Fue entonces cuando De Gaulle decidió pasarse al campo árabe y declaró un embargo de armas a Israel, incluyendo los vitales repuestos para los Mirage, lo que en opinión de algunos expertos aceleró la decisión israelí de desencadenar la guerra.

La decisión del ataque por sorpresa fue muy influida por preguntas “espantosas” como la que hizo el ministro de Educación Zalman Aran en una reunión del Comité Ministerial de Defensa: “¿Es posible que las Fuerzas Aéreas [de Israel], sin las cuales este país es totalmente vulnerable, sean arrasadas?”. La decisión del gobierno israelí de atacar a la hora del desayuno del cinco de junio se ha visto como la culminación de una conspiración israeloestadounidense para destruir el Egipto nasserista y de paso todo el equilibrio de fuerzas en Oriente Medio –como efectivamente ocurrió– o como una decisión a la desesperada por parte de un gobierno afectado de lleno por el síndrome del Holocausto, la completa aniquilación del estado de Israel.

Ninguna de las dos parece ser la explicación, ya que no hubo tal conspiración entre Israel y Estados Unidos (que por aquellas fechas, además, no suministraban aviones de guerra al estado hebreo), aunque sí una fluida coordinación una vez que comenzó el conflicto. Al mismo tiempo, la decisión de atacar fue tomada en frío y sabiendo sin lugar a dudas que no había un riesgo inminente de ataque egipcio o de las fuerzas árabes en general. Parece ser que la Unión Soviética ofuscó a su aliado egipcio con información no muy certera sobre planes agresivos israelíes, lo que a su vez forzó a Nasser a elevar el tono de su papel de defensor y vengador de los árabes contra tal amenaza, lo que proporcionó al gobierno israelí cierta justificación para su ataque “preventivo”, etc. Pero hay otra explicación más ramplona: la fuerza aérea de Israel había cogido el punto, tenía el Plan de aniquilación de las aviaciones árabes perfectamente ensayado. Israel tenía un martillo y lógicamente todo a su alrededor se convirtió en un clavo.

La IAF entendía que su misión era trazar una distancia insalvable de calidad entre su país y el sus oponentes. Soldado por soldado, israelíes y árabes carecían de distancia. La cosa cambiaba a la hora de las grandes maniobras y estrategias, donde los generales israelíes demostraban repetidamente su superioridad, aunque a costa de graves pérdidas. Pero era en el terreno aéreo donde la inferior calidad de los árabes debía quedar bien de manifiesto. Esto quedó plenamente confirmado el 5 de junio de 1967, cuando la leyenda cuenta que la fuerza aérea israelí destruyó casi la totalidad de las fuerzas aéreas enemigas –unos 300 aparatos– en apenas diez horas, con mínimas pérdidas propias (97).

Cuando la guerra acabó el 10 de junio, había quedado claro que los árabes, en conjunto, eran un pueblo atrasado y pre-tecnológico, hundidos muy abajo en la jerarquía universal de calidad humana, incapaces de utilizar las armas modernas. En el país más implicado, Egipto, la sensación de ruina fue devastadora, y la autoestima no se recuperaría hasta seis años después, en la guerra llamada del Yom Kippur por un lado y de Octubre o del Ramadán por el otro.

96– The Six-Day War Revisited – Amr Yossef Università degli Studi di Trento (2006)
97– RAZOUX, P.: La guerre des Six-Jours: Du mythe à la réalité. Le Fana de l’Aviation (abr 2003)

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