Un Tunnan del contigente aéreo sueco enviado al Congo, primera mitad de la década de 1960.
La independencia del Congo empezó mal. En el discurso de la ceremonia de transmisión de poderes, el rey Balduino de Bélgica ofendió a sus oyentes hablando elogiosamente de su tío abuelo Leopoldo II, causando la misma sensación que habría causado alguien hablando bien de Hitler ante una asamblea de notables polacos. La histórica respuesta del primer ministro del Congo, Patrice Lumumba –»Ya no somos vuestros monos»– es seguramente apócrifa, pero refleja bien el espíritu del momento.
En los cinco años siguientes el Congo se dividió en cuatro grandes bloques, el oficialista correspondiente a la capital, llamada precisamente Leopoldville (Kinshasa desde 1966), el noreste en poder de partidarios izquierdistas de Lumumba (después de su asesinato), Kasai del Sur y Katanga. Las Naciones Unidas enviaron un pequeño ejército en apoyo del gobierno oficialmente reconocido de Leopoldville, con la misión de pacificar y reunificar el enorme país. La fuerza aérea enviada por la ONU incluía un contingente etíope con Sabres norteamericanos, otro indio con Canberras británicos y otro más sueco con Tunnans (Toneles) de fabricación propia. Los Tunnans participaron decisivamente en la destrucción de la pequeña fuerza aérea de Katanga.
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