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Una interpretación del aspecto del prototipo del I.Ae.38 «Naranjero». Parece ser que los planos de deriva en las puntas de las alas no constaban en el diseño original y se añadieron más tarde para solucionar problemas de gobierno de las superficies de control horizontales.
El I.Ae. 38 fue sin duda el más extraordinario de los diseños que florecieron durante la edad de oro de la aviación argentina. No se sabe mucho sobre este avión, que además tuvo la desgracia de ser destruido en un incendio, mientras que los restos que quedaron fueron achatarrados. Todo parece indicar que era un avatar del Horten VIII, el diseño de una enorme ala volante que hicieron los hermanos Walter y Reimar Horten a mediados de la década de 1940. Los hermanos Horten eran unos excéntricos dentro del complejo ecosistema aeronáutico de la Alemania del Tercer Imperio. Estaban empeñados en diseñar y fabricar alas volantes completamente limpias, sin fuselaje ni cola ni timones verticales. En teoría, un diseño así debería ser muy eficiente para la locomoción aérea al ser todo él perfil aerodinámico y por lo tanto sustentación.
Los hermanos construyeron algunos planeadores a pequeña escala hasta que se integraron en el complejo aeronáutico militar-industrial alemán de los últimos tiempos de la guerra, que produjo en muy poco tiempo gran número de diseños de aviones no convencionales, impulsado por la desesperación de la derrota próxima. El Horten (luego Gotha 229) fue uno de los más impresionantes, un birreactor ala delta que se supone que debía servir como cazabombardero y que estuvo al borde de la fabricación en serie. Tras el final del nazismo Horten, con el preceptivo pasaporte vaticano que permitió a tantos alemanes significados huir del país, llegó a Argentina (en 1948) atraído por las posibilidades de los ambiciosos planes de desarrollo aeronáutico incluidos en el Plan Quinquenal del gobierno de Perón. Pronto se hizo un nombre en el campo de los planeadores.
En 1950 el ministro de Aeronáutica, brigadier (general de brigada) César Ojeda, le convocó para discutir la posibilidad de fabricar un gran planeador de carga arrastrado por un bombardero Lancaster (que habían llegado en gran número como parte del pago de la carne y el trigo argentino que alimentó a los británicos durante la guerra). Horten vió la posibilidad de realizar uno de sus diseños a lo grande y sugirió construir un ala volante carguero motorizada. Al igual que la Unión Soviética, Brasil o Australia, Argentina era un inmenso país en el que el transporte aéreo de mercancías tenía sentido. El propósito del ministro de Aeronautica era en realidad otro de los sueños de transformación y modernización del país que proliferaron en el peronismo: enviar productos perecederos desde las provincias a Buenos Aires, bastión de justicialismo, mediante una flota de cargueros aéreos de tecnología avanzada.
El proyecto se arrastró en los años siguientes: Horten no tenía ni los medios ni los contactos políticos de los que disfrutaba el equipo de Kurt Tank. Parece ser que el prototipo quedó completado en 1959, en un momento en que la presidencia de Arturo Frondizi apostaba por un desarrollismo industrial émulo aunque a menor escala del de Perón. Pero faltaban los motores y no pudo volar hasta el año siguiente. Los motores eran el quebradero de cabeza habitual de la industria aeronáutica argentina, como la de todas las potencias aeronáuticas menores. Los motores realmente potentes y fiables son productos muy complejos y resultan difíciles de fabricar.
El I.Ae. 38 fue provisto de cuatro motores de pistón de 450 hp, modelo oficial «El Gaucho» de la fábrica militar de aviones . Los motores de potencia superior, «El Indio», no estaban disponibles. Con apenas 1.800 hp de potencia total, menos que un caza Corsair monomotor, el avión, que era muy grande y debía llevar más de seis toneladas de carga, a duras penas podía remontar el vuelo. El proyecto se abandonó pronto. Tal vez hubiera revolucionado el transporte aéreo de carga si hubiera contado con más medios técnicos y con turbohélices de gran potencia.