Un DC-2 de Iberia a comienzos de la década de 1940, pintado todavía con los colores corporativos de Lufthansa.
Los cuatro DC-2 de LAPE, la aerolínea republicana, resultaron una herencia bienvenida para la flota de Iberia, que estaba compuesta por media docena de Junkers Ju-52, cuatro Dragon Rapide y dos reliquias; un Ford Trimotor y el único ejemplar existente en el mundo de DC-1. La tasa de supervivencia del DC-2 resultó asombrosa: parece ser que no se perdió ninguno durante la guerra, ni el solitario ejemplar nacional ni los cuatro republicanos.
Mantener en estado de vuelo estos aviones exigía contar con mecánicos que conocieran bien sus complejos motores Wright Cyclone, y estos no podían ser otros que los veteranos de LAPE. Hubo el correspondiente forcejeo entre las autoridades de la represión, responsables de la depuración y castigo de todo el personal republicano, y los responsables de la aviación que querían contar con tan valioso personal cualificado. Para empeorar las cosas, se desencadenó una terrible racha de accidentes en la aerolínea que se atribuyó inmediatamente al sabotaje, cuyos culpables era evidente dónde había que ir a buscar.
El servicio de información militar, conocido como Segunda Bis (por la antigua segunda sección de Información tradicional de los estados mayores) tomó cartas en el asunto e inició la represión en los talleres de Iberia. No se sabe mucho sobre la suerte que corrieron estos mecánicos. En cuanto a la Segunda Bis, se transmutó andando el tiempo en el CESID y el CNI.