«Air Pin»: Gladiators en la insurrección de Palestina

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Gloster Gladiator de la FA británica en Palestina, 1938

 

En 1938 Arthur Harris fue nombrado jefe de la aviación en Palestina e impulsó diversas innovaciones, aunque dejando siempre claro que, puesto que los árabes no entienden otro lenguaje que el de la fuerza, la mejor forma de hablarles sería dejar caer dentro de sus poblaciones bombas de 250 libras, o en los casos difíciles de 500. Harris abogó decididamente por el uso de Gloster Gladiators como arma contra-insurgencia, pues pensaba que su gran velocidad y cuatro ametralladoras frontales los hacían mejores y menos vulnerables que los Harts e Hinds para las tareas de ametrallar a las bandas guerrilleras. Las reglas de la guerra aérea eran bastante estrictas, por las características de gran visibilidad internacional y alto perfil político de Palestina, pero se fueron relajando paulatinamente a medida que avanzaba la guerra. Se permitió el antes prohibido uso de bombas de 20 libras, se redujo el radio de bombardeo de más de 1000 yardas a 500 de distancia de las localidades habitadas, y finalmente se produjeron algunos bombardeos de represalias sobre poblaciones, de los que se sabe poco. La más famosa innovación de Harris fue el “Air-pin”, o “acordonamiento aéreo”, en que los aviones rodeaban una población hostil, persiguiendo incluso y ametrallando a los que intentaban escapar de ella, mientras que llegaban las fuerzas de tierra para hacerse cargo de la situación.

Harris describe así el confort que proporcionaba el arma aérea a los militares terrestres en la tarea de dominar poblaciones hostiles, en la Palestina de 1939: “Al principio, el Ejército solía desarrollar movimientos envolventes, sumamente laboriosos en una región montañosa y difícil, encontrándose generalmente, cuando ya había completado el círculo, con que no había encerrado a nadie. Entonces se realizaron estos movimientos envolventes, con la cooperación de la aviación, ya que acudíamos a los pocos minutos en cualquier punto del país; lanzábamos octavillas a las aldeas rodeadas por nuestras fuerzas de tierra, advirtiendo a los habitantes que no sufrirían el menor daño, siempre que no intentaran romper nuestro cerco. Después de esto, el Ejército de Tierra, en vez de luchar sobre las colinas durante cuarenta y ocho horas o más, desayunaba tranquilamente antes de empezar su acción, llegando muchas veces en autobuses o en camiones; de esta forma copábamos un número mucho mayor de rebeldes y obteníamos mayor volumen de armamento enemigo, con un mínimo de bajas por nuestra parte. A este sistema le llamábamos el Air-Pin (1)”.

(1) Arthur Harris: Ofensiva de bombardeo. Fermín Uriarte editor.

 

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