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La República hambrienta

El hambre fue otra arma de guerra como los tanques y los aviones, y afectó de manera predominante  a la República. El hambre comenzó en Madrid, una ciudad muy grande que vio de pronto cortadas sus rutas de abastecimiento, en el otoño de 1936. De ahí se extendió a toda la zona republicana, comenzando por las ciudades más populosas. Algunas zonas con agricultura muy rica, como Valencia, resistieron bien hasta ya avanzada la guerra, pero en 1938 la penuria era general. En 1939 el hambre se extendió a toda España, y duró hasta mediada la década de 1940. Esta selección de recortes de la prensa de la época pretende dar alguna idea del impacto de la escasez de alimentos, sus causas y la respuesta de la sociedad de la República en guerra.

 

Un día cualquiera de antes de la guerra en el Matadero y Mercado de Ganados de Madrid, gran complejo de edificios inaugurado 12 años antes, en 1924. Las cifras de animales sacrificados sugieren un consumo carne total boyante, del orden de 100 toneladas para la ciudad, unos 100 gramos para cada uno del millón de habitantes de la capital. Después de julio de 1936, los madrileños pudieron olvidarse de las vacas y terneras procedentes de Galicia, Asturias, Cantabria y el Valle del Duero, así como de los cerdos criados en Extremadura y Andalucía Occidental. Apenas quedaron teóricamente disponibles los cerdos chatos murcianos y algún ganado «de la tierra». A mediados de 1937 el abastecimiento de carne ya era prácticamente virtual. El Sol, 7 de enero de 1936.

 

La tarjeta de racionamiento («aprovisionamiento») creada por el Ayuntamiento de Canillas (actualmente un barrio del distrito de Hortaleza, al este de la ciudad de Madrid) en la temprana fecha de septiembre de 1936 permite ver los alimentos que se consideraban fundamentales: los usados para el rancho común (legumbres, arroz, patatas, aceite, pastas para sopa) y las delicatessen (chocolate. huevos, carne). El pan debía ir en tarjeta aparte. Crónica, 20 de septiembre de 1936. Biblioteca Nacional de España – Hemeroteca Digital.

 

La potente industria chacinera de Gerona se anuncia como si no pasara nada el primer día de 1937 (Casa Tarradellas no aparece, se fundó en 1976). Cataluña tardó más tiempo en sentir el hambre que la semicercada Madrid, pues su hinterland tradicional de abastecimiento (Aragón y Valencia) seguía más o menos intacto y accesible. Mi Revista, 1 de enero de 1937.

 

La leche es declarada oficialmente alimento específico (medicinal) y se regula severamente su consumo, reservado, además de a los niños «con lactancia artificial» a enfermos agudos y heridos de guerra. La leche procedía en gran parte de vaquerías localizadas en la misma ciudad, pero con la guerra la tarea de alimentar a los animales se volvió cada vez más dificultosa. El Sol, 2 de febrero de 1937.

 

Con extraordinaria minuciosidad, que llega a detallar una botella de vino de mesa y una ristra de ajos, la Consejería de Propaganda y Prensa enumera los víveres llegados a Madrid procedentes de tres pueblos en territorio republicano, en Jaén y en Cuenca. Llevar el cuantioso donativo de Villanueva del Arzobispo (Jaén), unas cuatro toneladas de suministros variados, a la capital fue toda una hazaña, más de 350 km en camión por malas carreteras. La Libertad (Madrid) 13 de febrero de 1937.

 

A comienzos de 1937 Madrid estaba bajo el fuego directo de los cañones enemigos, lo que no arredraba a las personas, mujeres en su mayoría, que aguantaban las colas kilométricas que las separaban de un suministro de alimentos cada vez más escaso. Crónica, 28 de febrero de 1937.

 

Un toque de humor en la popular revista cómica catalana L’Esquella de la Torratxa, el 12 de marzo de 1937. Las autoridades republicanas crearon toda clase de organismos para canalizar el flujo de víveres y estimular su producción. Se pusieron muchas esperanzas en la cría artesanal de gallinas para proporcionar proteínas a la hambrienta población de las ciudades, y se declaró la Batalla del Huevo, con intención de convertir cada balcón y terraza en un gallinero.

 

 

El periódico gijonés Avance de 16 de marzo de 1937 anuncia la vuelta a la faena de la potente flota pesquera de Candás, a diez kilómetros de Gijón, convenientemente rebautizados los barcos con una mezcla de nombres anarquistas y marxistas, en busca de bocartes y sardinas para alimentar a la población. Teniendo en cuenta el bloqueo que hacía la marina nacional de la costa cantábrica, la tarea de los pescadores no debía ser nada fácil. Hemeroteca de Gijón.

 

Tras la leche, la carne pasa a la categoría de alimento específico. Se indica un racionamiento especial para los donantes de sangre. La guerra civil española fue una de las primeras en que se estableció un sistema organizado de suministro de sangre a los heridos. El Sol, 5 de abril de 1937.

 

Un reportaje pone el dedo en la llaga: Madrid necesita 400 camiones diarios para su abastecimiento y ni siquiera tiene la décima parte. En la prensa de aquellos meses era frecuente el tema del contraste entre la aparente abundancia levantina y la penuria de Madrid. Estampa, 1 de mayo de 1937.

 

Las naranjas eran uno de los pocos alimentos que no escaseaba en la zona republicana, que se había quedado con todas las zonas de producción dentro de su territorio. Además de su empleo como fruta, los madrileños descubren como aprovechar la parte blanca de la cáscara, junto con muchas otras otras ingeniosas delicatessen veganas, en este reportaje publicado en Crónica el 30 de mayo de 1937.

 

Una incongruente página de Mundo Gráfico del 25 de agosto de 1937 reúne una imagen de los paquetes de comida de emergencia suministrados por Socorro Rojo Internacional con una anuncio del adelgazante Sabelín.

 

 

Los obreros portuarios de Marsella firman algunos de los camiones cargados de leche condensada con destino a los niños españoles. La leche condensada, junto con el huevo, era un alimento panacea, capaz de mantener la salud de una persona sometida al monótono rancho de patatas, pan y alguna legumbre habitual por entonces. Crónica, 19 de diciembre de 1937.

 

El triste aspecto de la famosa pastelería madrileña La Mallorquina (Puerta del Sol esquina con Mayor) en diciembre de 1937. Crónica, 26 de diciembre de 1937. La repostería fina, como la verdad, siempre es la primera víctima de la guerra.

 

Un cuadro general de la colectivización de la industria alimentaria de Cataluña al comenzar el año de 1938. CNT-AIT.  Mi Revista, 1 de enero de 1938. BNE – Hemeroteca Digital

 

Veganismo forzado: un montaje contrasta la imagen de un descomunal pavo asado, que a la altura de enero de 1938, en Madrid, debía parecer una fantasía alucinatoria, y la dura realidad, un repollo cocido como símbolo del rancho habitual que comía la población, a base de arroz y legumbres. Las lentejas formaban parte muy frecuentemente de la magra oferta de alimentos, hasta el punto de que las llamaba jocosamente «píldoras del doctor Negrín», el presidente del Gobierno, que era médico titulado. Crónica, 16 de enero de 1938.

 

 

Como en Leningrado o en Londres, se sugiere la creación sistemática de huertas urbanas para abastecer la ciudad de frutas y verduras. Aquí también influía la antigua idea de las casas baratas obreras con huerta incorporada, que permitirían combatir la avitaminosis producida por la dieta monótona al alcance de los reducidos salarios de los trabajadores. Mundo Gráfico, 23 de febrero de 1938.

 

El hambre en la zona republicana fue un elemento importante de la propaganda de la zona nacional, que alardeaba de un abastecimiento abundante de alimentos. Lo cierto es que la República tenía grandes ciudades y elevada densidad de población, y había quedado desconectada de las principales zonas productoras de cereal y ganado. Un relato de cómo fué recibido en Madrid el pan de la España nacional. ABC de Sevilla, 13 de octubre de 1938 (http://hemeroteca.abc.es).

 

Dejando de lado cualquier argumento político, patriótico o simplemente amenazante, la octavilla lanzada sobre los soldados republicanos se limita a reproducir el supuesto menú diario de los campos de prisioneros de la zona nacional, pantagruélico a juzgar por su variedad y cantidad. El hambre fue general en la zona republicana, pero en general el Ejército Popular tuvo una alimentación suficiente. Propaganda, ¿una nueva arma? (Coronel Morales, de Infantería). Ejército, abril de 1940. Ministerio de Defensa.

 

 

Un anuncio de una de las colectividades más importantes del Sindicato de Industrias Alimenticias de Barcelona, la Colectividad (Agrupament) de la Industria Gastronómica, responsable de los comedores populares a precios módicos y también de los restaurantes «de diplomáticos» que prestaban servicio a la numerosa población VIP que poblaba Barcelona, por entonces capital de la República.  Mi Revista, 1 de noviembre de 1938. Biblioteca Nacional de España – Hemeroteca Digital.

 

Pocas semanas antes de la caída de toda Cataluña en manos del Ejército nacional, un suelto de Solidaridad Obrera (órgano anarquista) informa del racionamiento de la población. El racionamiento semanal incluye 25 gramos de hueso, 100 de lentejas, arroz, guisantes y carne y una insólita abundancia de azúcar, con 200 gramos por persona. La prensa seguiría publicando sueltos de este tipo, con cantidades más magras incluso, en los años sucesivos. Solidaridad Obrera, 6 de diciembre de 1938. Ministerio de Cultura – Biblioteca Virtual de Prensa Histórica.

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