Uno de los 25 Savoia Marchetti S.M.55 que participaron en el gran crucero de 1933.
Italo Balbo comenzó su carrera como jefe del Comisariado de Aeronáutica, a las órdenes directas de Mussolini, que se había reservado el puesto de líder máximo de la aviación italiana. Según Balbo, la aviación era “la apoteosis de las cualidades fascistas de energía, velocidad, virilidad y heroísmo[i]”. Su innovación genial fue abominar de los largos raids aéreos en solitario, como los que proliferaron en los años 20, y plantear nutridos cruceros aéreos con formaciones cerradas de máquinas.
La clave del éxito, por lo tanto, no era ya la pericia del piloto o su capacidad de aguante, sino la rigurosa organización y el entrenamiento exhaustivo de grandes unidades aéreas. El éxito se mediría por el porcentaje de naves que hubieran alcanzado su objetivo. Mirado por un lado, no parecía haber nada más alejado del tópico del perezoso y poco perseverante latino o del fascista de opereta, lo que sedujo a Mussolini. Desde otro punto de vista, el proyecto resultaba realmente espectacular y teatral, lo que encajaba bien en la marca de fábrica del fascismo.
Entre 1928 y 1933 Italo Balbo dirigió cinco raids aéreos: Mediterráneo Occidental (con más de cincuenta aeronaves), Mediterráneo Oriental, países escandinavos, el Atlántico sur y por fin el Atlántico norte. Hay que recordar que apenas un centenar de personas había intentado cruzar este océano a la fecha, y que 22 de ellas habían muerto.
La culminación de los grandes raids aéreos fascistas se llamó Crociera Aerea del Decennale Roma-Chicago – New York – Roma (1 de julio-12 de agosto de 1933) se planteó como una gran demostración de lo que podía dar de sí un país latino sometido a una dictadura cuyo lema era «Creer, Obeceder, Combatir». El Decennale era el décimo aniversario de la exaltación de Mussolini al poder y de la creación de la Aeronáutica nacional. La hazaña consistía en llevar una escuadrilla entera de hidroaviones desde Italia a Estados Unidos y vuelta, cruzando dos veces el Atlántico.
Tratándose de una exaltación aérea nacionalista, se empleó material 100% italiano: hidroaviones Savoia Marchetti, motores Isotta Fraschini, material eléctrico Magneti Marelli, aunque carburante de la Sociedad Italo Americana del Petróleo. De los 25 aviones Savoia Marchetti SM.55 que emprendieron vuelo regresaron 23. Fue un éxito absoluto, hasta el punto que Mussolini sondeó –sin éxito– la posibilidad de que pusieran su nombre a un rascacielos en Chicago o en Nueva York.
Italo Balbo fue nombrado en Chicago miembro honorífico de la nación Sioux, bautizado como Jefe Águila Voladora y adornado con un vistoso tocado de plumas (Balbo se aseguró de que algún otro hombre blanco de renombre hubiera aceptado previamente un honor similar). Mussolini debió trabajar duro para apropiarse de la hazaña, de manera que la propaganda oficial insistió en que la dirección del raid había sido llevada personalmente por el Duce, postergando a Italo Balbo a algo parecido a la dirección técnica.
Poco tiempo después, lo desterró a Libia con el cargo de gobernador, donde encontraría la muerte en 1940 a manos de su propia artillería antiaérea. Éxitos como la Crociera Aerea del Decennale proporcionaron un estímulo adicional para aventuras más violentas, como la invasión de Etiopía dos años después. El fascismo aéreo se deslizaba paso a paso por la pendiente del desastre.
[i] Brendon, The dark valley
Ecosistemas: 1923-1945 Nacionalismo aéreo