Falcon 900: el avión parlamentario

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Un Falcon 900 del 45 Grupo del Ejército del Aire

  

Los Dassault Falcon 900 del Grupo 45 del Ejército del Aire son un ingrediente imprescindible de la política nacional. Este avión magnífico, que proporciona las prestaciones de un gran jet trasatlántico en un tamaño reducido, es por definición el vehículo de los poderosos, personas cuyo tiempo vale mucho más que el de la mayoría de la gente. Ese es al menos el argumento oficial de banqueros y ricos empresarios para justificar su posesión de un jet privado. En realidad casi nadie tiene un jet esperando permanentemente a que su dueño tenga el capricho de utilizarlo. Lo normal es que estos aviones estén compartidos de manera más o menos intensiva a través de un entramado de empresas de taxi aéreo.

Los Falcon del Ministerio de Defensa tienen como misión el “Transporte VIP”, y así lo dice la web oficial del E. del A.. Es por lo tanto bastante lógico que ministros y presidentes del gobierno usen el veloz jet de fabricación francesa para desplazarse con la rapidez que exigen sus tareas de gobierno. Pero pronto descubren que la cosa no es tan fácil. El presidente Zapatero, en mayo de 2009, usó el Falcon para ir a Sevilla a un acto político de impulso a la eficiencia energética y las energías renovables, y le cayó encima una granizada de críticas por su incoherencia. Es cierto que el gasto de combustible por pasajero y kilómetro del Falcon 900 es escandaloso.

Pero lo que más le gusta a la prensa y a la oposición es pillar a algún miembro del gobierno en un uso abiertamente indefendible del avión ejecutivo que pagamos todos los españoles con nuestros impuestos. Tanto a Zapatero como a Aznar les han pillado algunas veces, así como a algunos de sus ministros, usando el jet para irse de vacaciones, llevar a los niños al colegio, ir de compras y circunstancias parecidas. La denuncia va seguida por el inevitable panegírico: en los países civilizados (Alemania, Reino Unido, Francia con dudas) no ocurren estas cosas, porque hay una exquisita separación entre los bienes públicos y privados que no existe en España, país donde toda corruptela tiene su asiento, etc. El filón de fundadas críticas al gobierno que suponen los aviones de transporte VIP comenzó en 1988 con el caso de Alfonso Guerra y un Mystère –el antecesor del Falcon, de la misma firma– que el entonces vicepresidente del Gobierno utilizó para evitar un atasco en Ayamonte, en la frontera portuguesa, y llegar a tiempo a una cita en Sevilla.

 
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