Un DC-10 de Viasa a finales de la década de 1970.
El primer período presidencial de Carlos Andrés Pérez será recordado como el la Venezuela Saudita, pues el país ingresó tantas montañas de petrodólares como la monarquía del golfo Pérsico. La guerra de octubre o del Yom Kippur fue la causa directa de que la OPEP –de la que Venezuela era miembro fundador– triplicase los precios del crudo. El nuevo presidente venezolano se embarcó en una política bastante confusa de desarrollo económico acelerado a base de industria pesada, nacionalizó el petróleo del país y también nacionalizó Viasa.
Fundada en 1960 como empresa de capital mixto, había sido una empresa boyante dotada de aviones muy modernos, pero en 1976 Pan Am decidió vender su participación y Viasa cayó bajo control gubernamental completo. Los magníficos DC-10 eran la columna vertebral de su flota, que volaba a infinidad de capitales mundiales en las mejores condiciones de lujo y seguridad. En 1979 Caracas implantó, por primera vez en Latinoamérica, la circulación de los coches en días alternos según la numeración de su matrícula para intentar reducir los terribles atascos.
La gasolina era muy barata y mucha gente tenía mucho dinero que gastar. Al final todo se reveló como un espejismo: el país no había creado una economía funcional, importaba casi todos sus alimentos y la deuda pública era astronómica. Viasa seguía volando y hasta llegó a popularizar la expresión «viasar» por «viajar», hasta que a comienzos de la década de 1990 fue vendida a Iberia, que al parecer todavía es propietaria de la marca.
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