El azote de las Bardenas

mcdonnellphantomedela1975

 

Un F-4C (McDonnell Douglas F-4 Phantom II) del Ejército del Aire español a mediados de la década de 1970.

 

El Desfile de la Victoria nº 36 sería el último presidido por el general Franco. El Caudillo tenía las facultades físicas muy mermadas después de la grave enfermedad que había sufrido hacía unos meses. No obstante, con su profesionalidad característica, aguantó a pie firme la hora y media de rigor mientras “las Fuerzas Militares y las de Orden Público” desfilaban ante la tribuna. Incluso desfiló un contingente de las brigadas especiales antidisturbios de la Policía Armada. El público se comportó bien y vitoreó como de costumbre. Los legionarios y su mascota, un jabalí, fueron muy aplaudidos, y se volvió a poner de relieve el misterio que suponía que fueran en el mismo desfile dos unidades con velocidades tan dispares como el Tercio, 160 pasos por minuto, y los Regulares, 90 pasos por minuto.

La mayor parte de las fuerzas terrestres e incluso sus armas no se diferenciaban mucho de las que desfilaron el día del primer Desfile de la Victoria, pero en el aire las cosas habían cambiado mucho. Hubo Phantoms, Mirages, Freedom Fighters, Shooting Stars, Hércules y Caribús, pero ya ningún Heinkel-111, Junkers Ju-52, Messerschmitt Me-109 o Fiat Chirri, que habían dominado el desfile aéreo durante muchos años.

El F-4 Phantom era el avión más imponente de todos los que pasaron sobre el paseo de la Castellana (por entonces Avenida del Generalísimo). Con 26 toneladas de peso a plena carga, era casi tan largo como una Fortaleza Volante de la segunda guerra mundial, y podía llevar bastante más carga de bombas, a velocidad de dos Mach y en distancias de hasta 3.000 km.

Los F-4 que llegaron a España eran todos de segunda mano, excedentes de la fuerza aérea norteamericana. Uno de ellos había incluso participado en la guerra de Vietnam. Estados Unidos distribuía generosamente los Phantoms que le sobraban (se habían fabricado más de 5.000, haciendo de oro a la McDonnell Douglas) entre aliados de mucha confianza y cierta capacidad industrial, como Alemania, Australia, Corea del Sur, Egipto, Grecia, Irán, Israel, Japón, Turquía y Reino Unido. A España llegaron en 1971 36 unidades acompañadas de tres aviones cisterna Stratofregihter (versión militar del Boeing Stratocruiser, a su vez la versión civil del B-29, el bombardero de Hiroshima).

La combinación de tres docenas de Phantoms + tres aviones cisterna, en teoría, dotaba al Ejército del Aire de una considerable force de frappe, pero todo aquello no pasó de algunos experimentos de reabastecimiento en vuelo efectuados por precaución sobre el mar de Alborán y cierta cantidad de bombas arrojadas sobre el campo de tiro de las Bardenas Reales (Navarra). Cuando se necesitó tener presencia aérea sobre el Sahara Español en aquellos años, se enviaron aviones de entrenamiento de hélice (diseñados en 1935) Texan, que habían demostrado ser eficaces aviones coloniales en Kenya, Angola y Argelia. El Phantom se había usado en tareas de contrainsurgencia en Vietnam, pero todo el mundo reconocía que aquello era como matar moscas a cañonazos.

La contrainsurgencia (o la guerra anti-subversiva, como se la solía llamar entonces) era la obsesión de los militares españoles en 1975. Aquel XXXVI Desfile conmemorativo de la victoria “en la Cruzada de liberación contra el Ejército rojo” al dictador le quedaban menos de seis meses de vida. Todo el mundo intuía que aquello no podía durar mucho, por lo que todo el mundo fue tomando posiciones. La más tajante la adoptó ese mismo día el Capitán general de Cataluña, teniente general Salvador Bañuls Navarro, en la cena homenaje a las Fuerzas armadas celebrada en el palacio de la Diputación provincial de Barcelona. “Podéis estar seguros de que no desfalleceremos en el ejercicio de nuestra misión. Ya lo están haciendo las fuerzas de Orden Público y lo haríamos nosotros si fuera preciso. Nuestra tarea es defender las Leyes Fundamentales, tanto en el presente encarnado por el Caudillo como en el futuro por el Príncipe de España”. El Capitán general añadió: “Ello creo que es conveniente recordarlo en estos momentos en que algunas personas se están comportando como si todo tuviera que cambiar”.

Cuando Franco murió el 20 de noviembre siguiente, aniversario de José Antonio Primo de Rivera y de Buenaventura Durruti, no hubo subversión organizada ni fue necesario montar operación de contrainsurgencia alguna, a pesar de los temores de muchos de una repetición de la guerra civil. Los Texan regresaron del Sahara para volver a sus misiones de entrenamiento y los Phantom siguieron disparando únicamente a la fauna de las Bardenas.

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