El bombardero de Nueva York

El prototipo del prototipo: el Junkers Ju-390 V1, que voló por primera vez a mediados de 1943.

A partir del Ju-89, el prototipo de bombardero lejano que no prosperó, Junkers comenzó una evolución hacia el gigantismo que recuerda la que hizo pasar del manejable F.13, el primer avión comercial completamente metálico, al enorme cuatrimotor G.38. El primer paso fue el transporte y avión de pasajeros Ju-90, de donde se llegó al Ju-290, y de ahí, añadiendo dos motores, un buen trozo de ala y una sección del fuselaje, al impresionante Ju-390 de seis motores, más de 34 metros de largo y 75 toneladas a plena carga. El V1 era tan pesado que tenía cuatro juego de ruedas dobles en el tren de aterrizaje. Sus seis motores le proporcionaban una potencia total de 10.200 hp, superior a los 8.800 hp disponibles para mover la Superfortaleza B-29 de Boeing.

El Junkers Ju-390 V2 (segundo prototipo), una versión mejorada y con más aspecto de bombardero genuino por la profusión de torretas defensivas que le añadieron (estaba previsto como patrullero marítimo de muy largo alcance), se discute si llegó a despegar del suelo. No se sabe gran cosa de ulteriores prototipos, aparte de que estaba prevista una versión Junker Ju.390A que habría sido el primer bombardero intercontinental de la historia, con cerca de 10.000 km de autonomía.

Es el segundo prototipo (del que no se sabe si llegó a volar) al que se adjudica uno de los vuelos más famosos de la historia, que algunos historiadores aceptan de buen grado mientras otros (la mayoría actualmente) rechazan de plano. Se trató del bombardeo virtual de Nueva York, a comienzos de 1944. La casi leyenda urbana afirma que un Ju-390 despegó de su base en Mont-de-Marsan, en el suroeste de Francia (Landas) y enfiló derecho hacia el Atlántico. 16 horas y 5.800 km después, el avión llegó a un punto a 20 km al norte de Manhattan, donde dio la vuelta y regresó a su base. Total, 32 horas de vuelo y 11.600 km recorridos, algo excesivo incluso para el Ju-390. A 20 km de distancia, el Empire State Building debía ser claramente visible desde los 6.000 metros de altura de vuelo del avión. Esta historia algo absurda se conoció después de la guerra y ha ido creciendo y adquiriendo vida propia.

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