Campo de concentración

 

Esta mañana ha tenido lugar en el campo de concentración de Vitoria el solemnísimo acto del cumplimiento pascual. La ceremonia ha sido emocionantísima, acudiendo todos a recibir al señor con edificante fervor.

El Pensamiento Alavés, 1 de abril de 1939

 

En diciembre de 1936 se anunció oficialmente la creación del primer campo de concentración de la República en guerra. Se crearía junto al presa de Valdeinfierno, en Murcia, y los presos tendrían que trabajar en la construcción de un canal de riego para mejorar el aprovechamiento de las aguas del embalse. A juzgar por las declaraciones del director general de prisiones, Sr. Carnero Jiménez, la finalidad principal del campo y de otros que se harían sobre su plantilla era doble. Por un lado, reeducar a los fascistas, haciendo que aprendiesen a ganar el pan honradamente con su trabajo, y por otro allegar recursos para las obras públicas. Conscientemente o no, el director de prisiones estaba repitiendo el argumento central de la ley de vagos y maleantes, que establecía como su objetivo principal la reeducación por el trabajo de los peligrosos sociales. En este caso, por una pirueta del destino, los destinados a la reeducación por el trabajo no eran la escoria de la sociedad, sino más bien gente de orden (68).

El Campo de Trabajo de Albatera se creó para sanear los saladares del curso bajo del río Segura hasta Guardamar, unas 30.000 hectáreas, y en él parece ser que trabajaban unos 1,500 presos en abril de 1938. Era el más grande de todos los republicanos, y en cierta forma su campo modelo, que la prensa comparaba con la Colonia Penitenciaria de Merksplas en Bélgica (69). Otros campos más pequeños debían estar dedicados, al menos en teoría, a trabajos diversos como la construcción de la vía férrea Tarancón-Valencia, un canal de riego en Alcañiz, traídas de agua a pueblos de Alicante y Murcia y otras obras públicas. Se trataba, insistía la prensa, de que “aquellos que no trabajaron nunca” recibieran la “saludable lección” de que el que no trabaja no come. Albatera, el campo modelo republicano, fue utilizado por el ejército de ocupación nacionalista para encerrar a miles de presos en penosas condiciones en la primavera de 1939, y fue entonces cuando adquirió su triste fama, aunque solo era uno más de los cientos y millares de campos de concentración que cubrieron toda Europa durante la Era Totalitaria.

Los primeros campos de concentración de los que se oyó hablar en España en los años 30 fueron los campos nazis y soviéticos. Revistas y periódicos publicaban reseñas de libros de personas que habían escapado de sus horrores, como Die Moorsoldaten (Los soldados del cenagal) de Wolfgang Langhoff (1935). Eran bien conocidos Dachau, el campo modelo, que databa de 1933, y el complejo de campos de las islas Solovski, de los años 20. En realidad, el concepto mismo de Konzentration Lager parecía ser de origen español: parece ser que el general Valeriano Weyler los inventó para concentrar a las poblaciones sospechosas de ayudar a los insurrectos cubanos en la última guerra de la independencia de la Isla. Los británicos tomaron el testigo en la guerra bóer de 1900, y a partir de entonces fue un procedimiento de control colonial de poblaciones bien conocido.

La principal diferencia entre un campo y una prisión es el rigor del procedimiento judicial que ha llevado allí a sus internos. Se supone que en la prisión sólo están los condenados por sentencia firme, por un tiempo determinado que pueden reducir por buen comportamiento. El campo de concentración se dirige en cambio más bien a determinadas categorías de población consideradas peligrosas, y se las recluye allí por tiempo indefinido en función de una decisión del estado, que puede o no llevar aneja una actuación judicial como encubrimiento.

Los primeros campos genuinamente españoles datan de 1934, y se trata de proyectos realizados para dar in-fraestructura a la Ley de Vagos y Maleantes. La ley, dictada en agosto de 1933, abandonaba el concepto clásico de delito castigado con una pena por otro, mucho más peligroso, de peligrosidad social. Estas personas eran los vagos sin dinero, los rufianes y proxenetas, los mendigos pofesionales y los explotadores de niños, los jugadores, los borrachos y toxicómanos habituales, los traficantes de sustancias prohibidas, los que falsificaban su identidad, los prófugos de la Autoridad, los notoriamente sucios y harapientos, los delincuentes habituales de pequeños delitos, los frecuentadores de los bajos fondos, y así. No se les debía condenar a una pena, sino más bien sujetarlos a una medida de seguridad (parecida al eufemismo nazi de la “custodia de protección”) que tenía como fin enseñarles a trabajar honradamente con sus manos, en una fábrica o colonia agrícola (este argumento es idéntico al usado en 1937 para organizar los campos de trabajo para fascistas). Los casos más graves irían a establecimientos de custodia y los adictos a casas de templanza. No se oculta que todas estas categorías abundaban extraordinariamente en la ciudad, especialmente en la gran capital, por lo que los primeros establecimientos se crearon en sus alrededores.

En marzo de 1934 se ordenó convertir en Depósito de Vagos la Prisión Central de Guadalajara, y en junio de ese mismo año el Ministerio de Justicia resolvió transformar la antigua prisión central de mujeres de Alcalá de Henares en Reformatorio de Vagos Y Maleantes. En diciembre había ya, según la Gaceta, había ya más de 1.500 personas encerradas en diversas cárceles bajo la categoría de peligrosidad social, y se imponía una solución integral de su custodia y vigilancia. Por entonces sólo funcionaba como establecimiento especial para vagos la llamada ahora Casa de Trabajo de Alcalá de Henares.

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Una descripción de la vida cotidiana de los presos en los campos republicanos, ya avanzada la guerra, publicada en Mi revista, el 1 de abril de 1938.

 

El plan que se diseñó preveía tres campos, uno en el norte de la Península, otro en el centro y otro en sur, donde concentrar a la población existente y futura, que se preveía numerosa, atrapada por la Ley de vagos y maleantes. El del Norte sería la Colonia Agrícola en terrenos de la Prisión Central de Burgos, en la vega del río Arlanzón, donde se podían cultivar toda clase de cereales de invierno, patata y remolacha (70). Se construirían unos barracones provisionales para los internos. El establecimiento del Centro correspondería al recinto ya en funcionamiento de Alcalá de Henares, organizado como factoría de producción. El del Sur se crearía convirtiendo la antigua prisión del Puerto de Santa María, en Cádiz, en centro de custodia.

Solamente el establecimiento de Burgos tenía la categoría oficial de campo de concentración. A mediados de 1935 las prisiones estaban tan llenas, y se prevía tal afluencia a la custodia de peligrosidad, la mayoría de origen campesino, en Burgos y otros campos similares que se crearían en el futuro, que se ordenó la adquisición de cierto número de tiendas de campaña “Maristany” con capacidad para 1.500 personas, para que sirvieran como alojamiento de los primeros presos, que se suponía que irían plantando los cimientos del futuro campo de concentración.

En octubre de 1935 se autorizó la compra de la isla de Ons (Pontevedra) para instalar una colonia agrícola de vagos y maleantes, que se canceló pocos meses después, en febrero de 1936, cuando alguien se dio cuenta de que la isla contenía buen número de colonos que habría que indemnizar y una colonia de leprosos que habría que trasladar. En noviembre de 1935 se creó una nueva figura de peligrosidad social: la apología del terrorismo. El círculo se iba cerrando.

Las cosas se animaron algo en junio de 1936, cuando un centenar de detenidos fueron enviados a Oña, en Burgos, con el encargo de preparar los terrenos del monasterio como campo de concentración para peligrosidad social, no sin la protesta de algunos diputados de derechas capitaneados por el doctor Albiñana, fundador del único partido nacionalista español confeso que registra la historia (71). Previamente se había enviado una misión a las islas Canarias, con objeto de elegir el emplazamiento de otro campo. Al final se localizó un terreno favorable en Lanzarote.

Pocas semanas después del comienzo de la guerra civil, la república dio por terminado el asunto de la ley de vagos y maleantes ordenando la revisión de oficio de todas las causas y la puesta en libertad de los encausados que no fueran redomadamente peligrosos. El estado nacionalista actuó en dirección opuesta, ordenando en febrero de 1937 la creación de un Registro Central de Vagos y Maleantes, creado sobre la plantilla del Registro Central de Penados y Rebeldes, el instrumento burocrático principal de la represión en el estado faccioso.

Por entonces los campos de concentración para personas consideradas como peligrosas sin juicio proliferaban por todo el país. Tras el comienzo de la guerra, en ambos lados hubo que habilitar a toda prisa campos de concentración, con finalidad “educativa” de los republicanos, que se suponía que recogían casi exclusivamente fascistas. La República tenía muy pocos prisioneros de guerra, primero porque no tenía apenas ocasión de atrapar soldados enemigos, y después porque los prisioneros, si no eran miembros de ninguna milicia de extrema derecha, eran considerados oficialmente como hijos del pueblo secuestrados por la canalla fascista.

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La sustanciosa comida de los campos nacionalistas de concentración, según una octavilla de propaganda. En «Propaganda, ¿una nueva arma?» (Coronel Morales, de Infantería). Ejército, abril de 1940. Ministerio de Defensa.

 

 

Los facciosos ya estaban organizando una gran número de campos de concentración en su zona, necesarios para acoger al gran número de prisioneros que hacían. El enfoque franquista de los CC era distinto al republicano. Recogían allí gran número de rojos detenidos y además necesitaban muchas instalaciones para acoger a los cientos de miles de prisioneros que iban haciendo, especialmente tras la caída del Norte. La finalidad de los campos era servir de tamiz, haciendo pasar a los prisioneros por un procesos de comprobación de responsabilidades políticas que los dividía en varias categorías.

En una octavilla que se lanzó sobre las líneas republicanas en el verano de 1938 se detallan las diferentes categorías y el número de implicados en cada una de un total de algo más de 210.000 prisioneros: A: puestos en libertad (casi el 50%), A bis: esperando ser puestos en libertad en cuando llegasen los datos reclamados, por ejemplo informes de antecedentes penales, certificados de buena conducta expedidos por la Guardia Civil, etc. (17%) B: prisioneros sin antecedentes de la zona roja no ocupada, por lo tanto sin posibilidad de conseguir informes en su pueblo, quedaban presos (10%). C: Con “antecedentes peligrosos pero “sin responsabilidades graves”. Iban a campos de reeducación (7%). D: la categoría más peligrosa, “con responsabilidades graves por crímenes cometidos y sujetos a los tribunales de justicia” (menos de un 2%). Por último, E: los recién llegados, sin tamizar todavía (17%). Otras octavillas detallaban los menús de los campos de prisioneros, aparentemente sustanciosos y que aseguraban empezar el día con café con leche y azúcar, gran lujo en el campo republicano.

Posteriormente los campos franquistas se convirtieron en una vasta empresa con cierta importancia económica, dedicada principalmente a las obras públicas, la más famosa de las cuales fue el Canal del Bajo Guadalquivir en Cádiz y Sevilla (el Canal de los Presos), una obra enorme en la que trabajaron millares de reclusos. El último se cerró en 1962, Los Merinales, en Sevilla, asociado al canal.

 

[68] “Con los presos que van a trabajar en el primer campo de concentración se ahorrará el Estado diez millones de pesetas” – La Voz (Madrid), 29 de diciembre de 1936.
[69] Notas penitenciarias. Cómo viven los presos en la zona leal. Mi Revista, 1 de abril de 1938.
[70] Gaceta de Madrid: Diario Oficial de la República núm. 347, 13 de diciembre de 1934.
[71] “El monasterio de Oña convertido en colonia de vagos y maleantes” Vida Penitenciaria, 20 de junio de 1936.

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