Los vuelos de los generales

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La avioneta privada de Juan Antonio Ansaldo, un de Havilland Puss Moth, encargada de transportar a Sanjurjo desde Lisboa hasta Burgos para tomar el mando de la sublevación militar. Perfil actualizado con información del blog Vedrografias.

 

Cuando el 23 de febrero de 1981 el teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, dijo en voz alta desde la tribuna del Congreso de los Diputados –ante sus señorías al completo y el Gobierno en pleno– que estaban esperando la llegada de una autoridad competente, «militar, por supuesto», no hacía más que repetir la vieja tradición golpista española, en que el momento crucial era la llegada del general X para tomar el mando en Z.

En julio de 1936 hubo cuatro importantes vuelos de generales, con cuatro finales muy distintos. Franco voló en un de Havilland Dragon Rapide a Tetuán desde Canarias, para hacerse cargo del Ejército de África en el Marruecos español. Todo fue bien. En otro Dragon Rapide, Núñez de Prado voló desde Madrid a Zaragoza para hacer valer su autoridad ante Cabañellas, sublevado en Zaragoza. Núñez de Prado fue detenido inmediatamente, encarcelado y fusilado algunas semanas después. Goded se trasladó de Mallorca a Barcelona en un hidroavión, llegando a la capital catalana cuando las fuerzas militares sublevadas ya estaban perdiendo la batalla por la ciudad ante una coalición de guardias civiles y de asalto y milicias anarquistas. Goded fue juzgado y fusilado unas semanas después. Sanjurjo debía volar desde Lisboa a Burgos para hacerse con el mando del Alzamiento militar, pero la avioneta Puss Moth se estrelló al despegar demasiado cargada de un campo en muy malas condiciones y el general murió abrasado, atado a su asiento.

Los tres vuelos de los generales sublevados también muestran que lo que tenían en mente todos ellos, junto con tres generales claves más que no tuvieron que coger el avión para llegar a su puesto en el Glorioso Alzamiento: Mola, que vivía y trabajaba en Pamplona, Cabanellas, que residía en Zaragoza, sede de la Quinta División Orgánica que mandaba y Queipo de Llano, que recorría el Bajo Guadalquivir por esos días dentro de sus funciones como Inspector general de Carabineros. Los seis generales no pensaban en un golpe de estado clásico, un pronunciamiento (en español en el original) sino en una guerra civil corta, de unas pocas semanas de duración. De los seis generales, solo dos llegaron a conocer el día de la victoria, el 1 de abril de 1939, 1.000 días después del comienzo de la sublevación militar. Mola murió en accidente de aviación (lo que adjudica al colectivo»cúpula de generales golpistas españoles del primer tercio del siglo XX» una enorme tasa de mortalidad en accidente aéreo del 33%) en junio de 1937, y Cabanellas de muerte natural en mayo de 1938.

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