El PWS-10 (PWS es la firma que lo construyó, Podlaska Wytwórnia Samolotów, Fábrica de Aviones Podlesia, la región de Polonia fronteriza con Bielorrusia) pertenece a una época en que no era tan difícil como ahora fabricar un avión de caza. Todos los países con cierta entidad los fabricaban de diseño propio, consiguiendo así una prueba indiscutible de independencia y poderío nacional.
Así ocurrió con el PWS-10, que surcó los aires tan solo once años después de la independencia polaca y nueve años tras la firma de la paz de Polonia con la Unión Soviética que terminó un periodo en el que la recién nacida Polonia guerreó contra todos sus vecinos, excepto Alemania. El PWS-10 no fue ningún salto adelante en la aeronáutica, y en realidad cuando hizo su primer vuelo, en 1930, ya resultaba anticuado, lento y con pocas prestaciones.
Empero el gobierno polaco ordenó a la factoría de Biala Podlaska que fabricara ochenta, mientras la fábrica estatal PZL ponía a punto el mucho más prometedor PZL-1, que terminaría produciendo el verdadero y último caza nacional polaco, el PZL-11. El PWS era tan un diseño tan mediocre que sus diseñadores descubrieron con sorpresa que mejoraba bastante, sin perder un ápice de velocidad, si se lo convertía en biplano–un caso raro en la historia de la aviación.