Voisin 3 de la aviación militar francesa a finales de 1914.
La expresión del sargento piloto Frantz y del mecánico ametrallador Quénault junto a su avión Voisin, tras haber derribado un avión alemán tripulado por el sargento Schlichting (piloto) y el teniente von Zangen (observador) resulta extrañamente concrita, muy alejada de las desafiantes poses de los ases que llenarían periódicos y revistas en años venideros. El incidente ocurrió sobre Jonchery-sur-Vesle, el 5 de octubre de 1914. Uno tiene la sensación de que habrían preferido que no les tocara a ellos la abrupta ruptura del statu quo aéreo, en que los aviadores se amenazaban ritualmente con armas de diverso tipo y calibre pero por lo general sin causarse gran daño. El problema es que el Voisin estaba provisto de una ametralladora fija; era solo cuestión de tiempo que terminara matando a alguien (el Albatros alemán sólo contaba con una carabina manejada por el observador). “¿Los aviones pueden por lo tanto combatir y destruirse entre ellos? Muchos lo consideraban una quimera, una utopía. Ahora ya no se puede dudar. El gusto por la sangre ha nacido en la aviación (1)” Personajes como el barón de Tricornot, marqués de Rose, vieron el cielo abierto. Se suponía que sus pilotos, estimulados por gritos como “¡A la caza! ¡El más osado gana!” debían lanzarse sobre sus aviones, derribar aparatos enemigos y y ser capaces de “mantener en jaque a una patrulla de ulanos y volver a despegar (2)” si caían tras la línea del frente. Los estados mayores también vieron grandes oportunidades para complementar la picadora de carne humana de las trincheras con algo más aceptable para la opinión pública.
(1) (René Chambe, Histoire de l’aviation, 1958)
(2) PETIT, E.: Historia mundial de la aviación. Ediciones Punto Fijo, SA ( 1967)
Ecosistemas: 1914-1921 Primera Guerra Mundial