Un Ayres Turbo Thrush aspersor con marcas de la Policía Nacional de Colombia a mediados de la década de 1990.
La aviación policial de Colombia es una institución extraordinaria. Con más de 60 helicópteros y 50 aviones, es más potente que la fuerza aérea de muchos países. Otra peculiaridad es que depende directamente de la Dirección de Antinarcóticos de la Policía Nacional. Y otra más que una de sus unidades es el Grupo de Atención a Quejas por Aspersión (1).
El trabajo principal de la aviación policial es la lucha contra el narcotráfico, y una de sus tareas más importantes es la erradicación de cultivos de coca (principalmente, en los últimos años), opio y marihuana (con esta planta comenzó la técnica, en la década de 1980). La técnica de la aspersión aérea de cultivos ilegales es como un pastel de tres pisos: abajo están los aviones fumigadores, normalmente versiones de los exitosos avión agrícola Ayres Turbo Thrush, volando bajo sobre las zonas a tratar, en el piso superior aviones o helicópteros artillados y más arriba helicópteros de rescate aéreo y evacuación de heridos. El trabajo de los aviones aspersores es muy peligroso, pues deben volar bajo a poca velocidad siguiendo pautas regulares. Decenas han sido derribados por la guerrilla en los más de veinte años que dura el programa de erradicación aérea de cultivos.
No hay estadísticas fiables de cuanto terreno ha sido sometido a tratamiento. Se utiliza el herbicida glifosato, en su forma comercial Roundup fabricado por Monsanto, que le añade aditivos para mejorar su impacto en las plantas. Se manejan cifras del orden de un millón de hectáreas fumigadas (medio millón hasta 2005, según la BBC), aproximadamente un 5% de toda la tierra cultivable de Colombia.
El duradero programa de guerra aérea contra las plantas ilegales no ha conseguido reducir la producción. La coca sigue llegando a los Estados Unidos con regularidad y abundancia, secundariamente a la Unión Europea. En tierra, las aspersiones de herbicida crean un efecto bola de mercurio; las plantaciones erradicadas son prontamente sustituidas por otras, animadas por el hecho de que los precios suben si la materia prima escasea.
El efecto final es que los cultivos de coca se han extendido por toda Colombia, causando gran daño a la vegetación arbórea en extensas áreas que antes eran selva intocada. El herbicida se dispersa en el ambiente a favor de las intensas lluvias, contaminando el agua y la tierra. Datos parciales dan cifras de millones de litros vertidos, a razón de hasta 10 litros de por hectárea (2). La flota de aviones aspersores es de unas 25 unidades, actuando con marcas de la Policía Nacional de Colombia (PNC) pero pilotados y mantenidos por tripulaciones norteamericanas. Desde comienzos de este siglo, los fondos necesarios para la operación (más de 400 millones de dólares sólo para dotar de aviones a la Aviación Policial) viene del llamado Plan Colombia. Según información reciente (abril de 2014) sobre el Plan publicada por la embajada de los Estados Unidos en Bogotá, se han aprobado fondos adicionales para la PNC destinados, entre otras cosas, a “mejorar las aeronaves existentes … y para adquirir otras aeronaves de fumigación”.(3)
(1) http://www.policia.gov.co/
(2) RICARDO VARGAS: THE ANTI-DRUG POLICY, AERIAL SPRAYING OF ILLICIT CROPS AND THEIR SOCIAL, ENVIRONMENTAL AND POLITICAL IMPACTS IN COLOMBIA – JOURNAL OF DRUG ISSUES (2002)
(3) http://spanish.bogota.usembassy.gov/pcolombia004.html
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