El DC-10, con su motor central atravesado en el cola del avión. Se decía que este motor tenía un diámetro similar al del fuselaje de un DC-3.
La cabina de un DC-10 está diseñada para proveer acomodo a unas 260 personas, pero lo que se denomina piadosamente “disposición de asientos de alta densidad” puede aumentar esta cifra hasta 380. Esta cifra permitió al DC-10 comer en la misma mesa que sus competidores, el Jumbo y el Lockheed TriStar, que llega a ofrecer 400 plazas en la enlatada “configuración de alta densidad para clase económica”.
No obstante, aunque su carrera empezó después de la del 747, ha resultado ser más corta, y hoy en día las aerolíneas de bandera se están deshaciendo de sus últimos DC-10, que suelen terminar como cargueros o en otras compañías menos melindrosas. Este avión fue diseñado como respuesta directa de la casa Douglas a la amenaza planteada por el gran 747 de quedarse con todo el mercado de los aviones de fuselaje ancho, allá en 1966 (Lockheed también tuvo que ponerse rápidamente a fabricar el TriStar).
La versión intercontinental no empezó a desarrollarse hasta 1972: hay que tener en cuenta que el DC-10 estaba diseñado para el jugoso mercado de las rutas interiores de los Estados Unidos. Con más peso, más superficie alar, más capacidad de carga de combustible y una unidad de tren de aterrizaje extra, el alcance a máxima carga pasó de algo más de 4.000 km a casi 6.500. De esta forma, el DC-10 pudo abandonar el cada vez más atestado espacio aéreo doméstico norteamericano y empezar a pasear por los cielos del mundo.