Boeing 707 pintado con los colores corporativos de la presidencia de los Estados Unidos de América.
Eisenhower dejó de lado su anterior avión presidencial, el SuperConstellation Columbine III, para usar la recién desarrollada tecnología jet en su viaje por once países durante la navidad de 1959. El nuevo avión, un Boeing 707 pintado con los colores corporativos de la presidencia de los Estados Unidos, era mucho más grande, más rápido y más cómodo que su antecesor, y le permitió realizar la gira completa en el tiempo récord de 19 días. Era la respuesta norteamericana a la visita de Nikita Jruschov a América, unos meses antes, a bordo del gigantesco turbohélice Tupolev Tu-114.
Se dudó mucho antes de incluir a España en la gira presidencial, pero su Gobierno llevaba seis años siendo aliado oficial de los Estados Unidos, pertenecía ya a la ONU y a todas sus agencias, e incluso había enviado una comunicación pocos meses atrás a la OCDE poniendo de manifiesto su deseo sincero de integrarse de lleno en la economia occidental. De manera que Eisenhower decidió plantarse en Madrid y sacarse una fotografía junto a Franco.
Para el dictador español, la visita presidencial tenía un valor político incalculable. Y las cosas fueron incluso mejor de lo esperado: Eisenhower, aunque estaba ya en la segunda mitad de su segundo y último mandato, mostró una gran energía y saludó alegremente a la multitud que le saludaba a lo largo de todo su recorrido por Madrid. Su circunspección inicial desapareció, y acabó despidiéndose del Caudillo con un cálido abrazo. Franco estaba tan eufórico que hasta contó un chiste de generales (ambos jefes de Estado eran militares profesionales y tenían ese rango). El 707 “Air Force One” apabulló a los espectadores, pues en aquellos días apenas Pan Am estaba empezando a cubrir sus rutas del Atlántico Norte con ese modelo. Habría otras visitas de presidentes de los Estados Unidos a España, pero ninguna tan sonada como la que tuvo lugar el 21 de diciembre de 1959.