El único prototipo del Bristol Brabazon.
Entre 1940 y 1945, los bombarderos británicos habían sembrado con bombas incendiarias y explosivas todo lo largo y ancho de Europa Occidental. En compensación, Inglaterra mantuvo siempre, incluso mucho antes del fin de las hostilidades, una salvaguarda o capilla moral, entre el fragor de la destrucción de ciudades enteras por su flota de bombardeo, consistente en sucesivos comités de diseño de la aviación pacífica y civil para cuando llegara la paz. El llamado Comité Brabazon propuso ya en 1943 las líneas principales de lo que sería la contribución británica a la aviación comercial de postguerra. Los resultados en la categoría de aviones grandes mostraron claramente que la industria aeronáutica británica daba palos de ciego. El Saunders Roe Princess era un gigantesco hidroavión destinado a las rutas imperiales, mientras que el Bristol Brabazon era un enorme turbohélice diseñado para llevar y traer a la clase alta británica entre Londres y Nueva York, sin desdeñar otros destinos turísticos favoritos de las clases dirigentes de las Islas, como el sur de Francia. De acuerdo con esta especificación, se adjudicó tanto espacio a cada pasajero que el Brabazon, teniendo la misma longitud que un Airbus A300, solo podía transportar 100 pasajeros. A falta de potentes jets, la planta de propulsión estaba formada al principio por ocho motores de pistón enormes (se cambiaron más tarde por ocho turbopropulsores) acoplados para mover cuatro hélices, cuyas puntas giraban peligrosamente cerca de la pista cuando el avión despegaba o aterrizaba. Ni el Brabazon ni el Princess pasaron de la fase de prototipo, pero quedan como muestras magníficas del faraonismo aeronáutico.
Ecosistemas: 1946-1972 Aviación comercial, II