La quinta potencia aeronáutica mundial

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El único prototipo del I.Ae.27 Pulqui (Flecha).

 
En 1947 Argentina, además de ser el primer país del mundo en consumo de carne por habitante, carecía de deuda exterior, concedía empréstitos a Francia, enviaba alimentos a la famélica España y construía aviones a reacción: El general Perón, presidente del país «dijo al pueblo que el futuro económico es brillante y que Argentina es uno de los cinco países del mundo que están construyendo su propio avión jet» (1). El avión en cuestión se pudo ver el 22 de septiembre del mismo año cuando se inauguró la Semana dela Aviación. Juntos en el mismo recinto estaban el DL-22, el Calquín (un bimotor muy parecido al Mosquito), el Colibrí y, encima de todos ellos, un estilizado aparato pintado de rojo brillante con una extraña proa, parecida al morro de un oso, y una conspicua tobera de salida de gases bajo el plano de cola.

Era el Pulqui, un jet construido en Argentina cuando solamente Estados Unidos, Reino Unido, la Unión Soviética y Francia tenían aviones de este tipo. La referencia de Perón olvidaba a Alemania, cuna de la aviación jet pero fuera de combate en esos días. El Pulqui (comenzó a llamarse «Pulqui I» cuando apareció su sucesor, el Pulqui II) era el resultado más visible de una resuelta voluntad política, la que había embarcado a Argentina en un ambicioso Plan Quincenal de desarrollo. Reunía también la experiencia industrial de la Fábrica Militar de Aviones de Córdoba, o Instituto Aerotécnico, fundada en 1927. Émile Dewoitine aportó su experiencia como importante constructor de aviones dentro de la fuerte industria aeronáutica francesa, si bien lo convencional del diseño del Pulqui mostraba el estancamiento de dicha industria durante los años de Vichy y la Ocupación. Precisamente la colaboración de Dewoitine con la potencia ocupante –su firma fabricó aviones de entrenamiento para la fuerza aérea alemana– hizo que la justicia francesa le persiguiera tras la Liberación. Dewoitine emigró a España, donde desarrolló algún proyecto que no llegó a ser fabricado, y recaló finamente en Argentina.

Fue uno más de los técnicos y expertos, acompañados a veces de fábricas enteras, que Argentina importó durante esos años de la depauperada Europa. El gobierno peronista, tras ganar las elecciones de 1946, había decidido industrializar el país, hacerle dar en realidad un «gran salto adelante». Había dinero de sobra, gracias a las cuantiosas exportaciones de carne,cereales y otros productos de la tierra. El objetivo final era alcanzar a los Estados Unidos de Norteamérica en nivel de vida y escapar definitivamente de la categoría de país «atrasado» y colonizado por grandes empresas extranjeras. En 1947 parecía que todo se iba a poder conseguir, y el brillante Pulqui parecía una buena prueba de ello. No obstante, el propio avión revelaba una serie de problemas en el brillante sendero del desarrollo argentino. Desde el punto de vista aeronútico era un callejón sin salida, un diseño convencional de alas rectas al que se había acoplado un moto jet más que un verdadero»avión a reacción».

El motor era un Rolls Royce Derwent. Gran Bretaña era por aquel entonces el único país del mundo que comercializaba motores jet. El Derwent era el realidad el diseño original del pionero Frank Whittle de 1940, pasado por el tamiz de la industria británica. Proporcionaba poca potencia, y el Pulqui no conseguía con él más que modestas velocidades del orden de 700 km/h, que por aquel entonces alcanzaban fácilmente los aviones rápidos de motor de pistones. Argentina firmaría un acuerdo con Rolls Royce para fabricar Derwents un año después, pero aquello no llegó a ningún resultado práctico. La fabricación de turborreactores, por el momento, no llegó a formar parte del despegue industrial argentino.

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(1) Flight, «Down Argentina Way», 28 de agosto de 1947.

 

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