El Puss Moth de Tata Airlines, a mediados de la década de 1930.
Las negociaciones entre J.R.D. Tata y el Gobierno de la india comenzaron ya en 1929, pero no fue hasta el año siguiente que la compañía aérea en ciernes pudo disponer del avión adecuado, un de Havilland Puss Moth traído de Inglaterra. J.R.D. Tata era todo un personaje, un vástago de la familia empresarial más importante y famosa de la india. Los Tata eran parsis, emigrados de Persia muchos siglos atrás y zoroastrianos de religión. Los colonizadores británicos de la India los consideraban como verdaderos capitalistas emprendedores, bien lejos de la cultura de «desatado socialismo» en que todo se esperaba del Gobierno, que imperaba en el subcontinente (1).
El 15 de octubre de 1932 hizo el primer vuelo de pago el Puss Moth de Tata Airlines, sirviendo la ruta Karachi–Bombay–Poona–Bellary–Madrás (act. Chennai), unas 1.200 millas (2.000 km.) en línea recta. La ruta estaba conectada con el servicio de Imperial Airways Londres–Karachi, y el avión transportaba principalmente correo, siendo muy pocos los pasajeros. Este vuelo adjudicó a Jehangir Ratanji Dadabhoy Tata el título oficioso de padre de la aviación civil de la India, y su compañía se transformó, al correr de los años, en Air India, la actual compañía de bandera del país.
Mientras que los tramos Karachi – Mumbai y Poona (act. Pune) – Madrás no ofrecían gran dificultad, el salto desde Mumbai a Pune, que debía cruzar la cordillera occidental de la India (Western Ghats) no se podía hacer en verano, cuando soplaba el monzón, que entre las montañas podía zarandear el Puss Moth, con sus poco más de 900 kilos de peso total, como una hoja en el viento. De manera que en verano la ruta daba un gran rodeo por el norte para evitar las alturas. Así el pequeño avión, contra viento y marea, recorría la inmensa extensión del Raj, la joya de la corona del Imperio británico.
Como narró un reportaje de Flight, «Incluso en los meses del glorioso invierno indio, cuando toda la naturaleza sonríe, es romántico pensar en que una carta puede dejar Karachi antes del amanecer y llegar a Madrás, a 1.400 millas de distancia, a las 9,15 de la mañana siguiente» (2). Y todo eso en un país donde el correo a pie recorría los caminos armado de una lanza y unas campanillas para avisar su presencia a amigos y enemigos, incluyendo tigres y dacoits (bandidos), al grito de «¡En nombre de la Emperatriz!» tal y como lo contó Kipling en tiempos de la reina Victoria.
(1) Flight, 17 de junio de 1932
(2) Flight, 14 de septiembre de 1933
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