Una de las versiones del primer ultraligero, hacia 1910.
Santos-Dumont exploró y desarrolló el lado social de la aviación como nadie lo había hecho antes. Algo que muchas personas usan, el reloj de pulsera, fue idea suya. Resultaba imposible pilotar un avión y consultar al mismo tiempo la hora sacando el reloj del bolsillo del chaleco. Su aeroplano Demoiselle fue un precursor de las avionetas y ultraligeros de uso civil, el primero de una larga y fallida estirpe de intentos de crear una “aviación popular”. El brasileño no patentó su diseño deliberadamente, ofreciéndolo a la libre copia.
El inventor brasileño era uno de los hombres más famosos de Europa cuando visitó Madrid en abril de 1910, coincidiendo casi con la exhibición de Julien Mamet. Voló sin anunciarlo públicamente, ante un reducido público de la buena sociedad de Madrid, en el aeródromo improvisado de los Altos del Hipódromo, utilizando su famoso Demoiselle, “el avión más pequeño del mundo”. La Demoiselle se podía construir en sólo 15 días usando materiales bastante corrientes –la estructura eran simplemente cañas de bambú. Durante años, las revistas de los aficionados a la aeronáutica publicaron el diseño cedido graciosamente por el inventor y animaron al público a construirlo. El vuelo de Madrid fue uno de los últimos de Santos Dumont. La esclerosis múltiple y sus limitaciones físicas le sumieron en una profunda depresión de la que no se recuperaría nunca. Regresó a Brasil y se hizo construir una casa en una ladera casi vertical de las montañas que rodean Petrópolis, llena de ingeniosos cachivaches inventados por él. Allí murió en 1932, abominando del uso bélico que se había dado al aeroplano.
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