Recientes declaraciones de un político derechista en campaña electoral, acusando a los neandertales de cosas muy feas (concretamente, de cortar la cabeza de sus hijos recién nacidos) han vuelto a poner sobre la mesa la vieja e intrincada cuestión de si tenemos algo neandertal en nuestros genes y en nuestra cultura. Ahora, resumiendo un siglo y medio de investigaciones, se puede decir que sí a ambas cosas. Lo de los genes está bastante bien demostrado, hay fragmentos de ADN que proceden del Homo sapiens neandertalensis y que tenemos incrustados en nuestros cromosomas. Lo de la cultura parecía más discutible, teniendo en cuenta que los vestigios neanders son difíciles de interpretar. Se discute si practicaban el arte, la religión, el culto a los muertos, etc. Pero hasta ahora no se había buscado en la segunda actividad humana más apasionante: la política. Y como suele suceder, en cuanto se sabe donde hurgar, se empiezan a encontrar cosas.
Ya resultaba sospechosa desde antiguo la manía de la derecha de faltar al respeto a los neandertales. Los científicos más renombrados y más ligados a las clases propietarias y dominantes no sabían al principio donde colocarlos dentro del árbol evolutivo de la especie humana, hasta que empezaron a aparecer los restos de los cromañones, gente «indistinguible de un parisiense de buena cuna». Aquello fue determinante. Los cromañones, es decir, nosotros, la raza blanca o al menos el hombre moderno, habían sido todo lo que debe ser un caballero: hábiles cazadores, artistas consumados y profundamente espirituales. Los neandertales quedaron relegados al estante de escoria de la humanidad. En realidad, a partir de descubrimientos de aparentes interacciones violentas entre neanders y cromas, se dibujó el cuadro completo: la raza superior (los cromas) avanzó por Europa dotada de una cultura muy superior y exterminó a los neanders. Así, como lo oyen: los neandertales fueron aniquilados, aplastados, vaporizados, hasta que solo quedamos nosotros, los cromañones.
Cuando se formuló esta doctrina, la raza blanca europea estaba ocupando todo el planeta y en ocasiones no tenía más remedio que exterminar a los nativos que ofrecían resistencia, de manera que la historia de 30.000 años atrás se repetía, pero ahora a escala planetaria. Pasaron los años y pasaron cosas espantosas, y por fin, hacia 1960, comenzó la lenta reivindicación política de los neandertales. El registro fósil reveló que eran gentes capaces de vivir en equilibrio con su entorno… una expresión mágica. Por el contrario, se averiguó que los cromañones destruían todo lo que tenían delante, por ejemplo los grandes animales de caza. Poco a poco, quedó cada vez más claro que la característica principal del cromañonismo era la rapacidad vocinglera, el cuñadismo que lo arrasa todo a su paso. Mientras que los neandertales fueron vistos como lo que realmente eran: sabios y pacíficos personajes capaces de vivir en paz con el planeta.
Con el tiempo, los cromañones fueron arrinconando a los neandertales e inventando toda clase de barbaridades (la violencia organizada, las religiones opresoras del alma, las naciones -estado, los combustibles fósiles, el tinglado financiero, etc.) Los neandertales parecían completamente extintos. pero, ¿lo estaban de verdad? Pues no. Los neanders han sobrevivido en algunas cosas buenas y excelentes, como el respeto por la naturaleza, la cerveza y las drogas blandas en general y tal vez la acracia. Cada vez hay más personas que se reconocen en su herencia neander, más que nada porque la clase dominante croma nos está llevando hacia el desastre, no hay más que recordar torpezas tan enormes como negacionismo climático o el Brexit.
Marciano Lafuente