El Duero no muere en Oporto, sino en Murcia

Mapa de distribución de las lluvias publicado en el Tomo I del Plan Nacional de Obras Hidráulicas, Exposición general, por Manuel Lorenzo Pardo. (Ministerio de Obras Públicas, Centro de Estudios Hidrográficos, 1933).

Estas dos comunidades en apariencia tan distantes están ligadas por oscuros planes hidrológicos de escala faraónica: ¿Cómo llevar agua de la cuenca del Duero a la del Segura, a 800 km de distancia y con el Sistema Central y el Ibérico en medio? Aunque parezca mentira, esta pregunta se ha hecho y se ha respondido en varios gruesos volúmenes técnicos que hoy se pueden consultar en los sótanos del antiguo Ministerio de Fomento. Una propuesta presentada el polvoriento verano de 2000 por el entonces ministro de Medio Ambiente, Jaume Matas, incluía dos variantes del Plan “Del Duero al Segura”.

La primera (Alto Duero) consistía en construir un embalse de gran tamaño sobre el Duero a su paso por Gormaz, nada menos (gracias a Alá, el famoso castillo mandado construir por Alhakén II en 955 se levanta sobre un cerro, a salvo de las aguas). Del embalse o pantano en terminología franquista partiría un canal de unos 150 km hasta el complejo de Entrepeñas y Buendía, en Guadalajara, y de ahí, por el trasvase Tajo-Segura, el agua del Urbión llegaría a la huerta de Murcia. Todavía más estrambótica era la otra opción, “Bajo Duero”, que recogería el agua en Zamora para llevarla a Guadalajara mediante un canal de varios cientos de km.

Todos estos planes y muchos otros más forman parte de la idea general del nacionalismo español de vertebrar España, es decir, construir un cañamazo de autovías, vías del AVE, trasvases, energíaductos, etc., que mantengan los mimbres de la cesta de la nación en su sitio, bien amarrados.

Otra idea fuerza del nacionalismo español es la nivelación o igualación de todos los españoles, lo que tiene cierta lógica cuando hablamos de derechos civiles o de renta por habitante, pero que se extiende a considerar intolerable que en algunas comunidades caigan al año 1.800 mm de lluvia mientras que otras reciben unos miserables 300. De ahí la necesidad de llevar el agua de donde “sobra” a donde falta, sea cual sea la distancia.

Siguiendo esta línea de pensamiento, los ríos no desembocan en el mar, sino que tiran su agua al mar como adolescentes derrochadores. Un río manirroto como pocos es el Ebro, que arroja al Mediterráneo con desprecio montañas de agua dulce, parte de las cuales podrían ser enviadas a la sedienta Murcia mediante un canal de unos 800 km. en el famoso proyecto conocido como El trasvase del Ebro, polémico hasta decir basta. Ramón Luis Valcárcel, entonces presidente de Murcia, dijo en 2007, antes de comenzar la procesión del Domingo de Ramos en Cieza, que el Ebro pertenecía a Murcia. Justificó este salto mortal geográfico con un ingenioso silogismo: “el río Ebro es un río español y los murcianos somos españoles». Dijo Ebro, pero podía haber dicho igualmente que el río Duero pasa por Murcia, si esa es la voluntad de la nación.

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