El obispo de Coria reparte socorros entre los niños hurdanos. De la película «El viaje de S.M. el rey D. Alfonso XIII a las Hurdes en 1922«. En Biblioteca Virtual Extremeña.
Hay dos comarcas misteriosas en la frontera entre Cáceres y Salamanca: las Batuecas y las Hurdes. Las Hurdes dieron mucho que hablar a comienzos del siglo XX, cuando los regeneracionistas dominaban la tierra (española) con sus rugidos. He aquí un ejemplo: “¿Es posible que haya sobre la faz de la tierra hombres desnudos, sujetos a todas las inclemencias, sin ley, sin sentimientos humanos, que imitan a las fieras? … no tenemos que ir a los desiertos de África, ni a Sierra Leona, ni a la India, ni a ningún país del mundo en busca de esos seres tan desgraciados, tan abandonados de la fortuna. Entre nosotros, en nuestra propia casa, tenemos también desheredados… ¡Al lado de Salamanca, [en] Las Hurdes!” (puede hallarse esta cita en el libro sobre Las Hurdes de Leandro de la Vega).
En abril de 1933 llegó a la Alberca, Salamanca, Don Luis Buñuel con un equipo de rodaje. Lo primero que pudieron filmar fue una carrera de gallos, que consiste en atar por las patas unas cuantas gallináceas de una cuerda elevada y en que otros tantos caballistas a galope les arranquen de cuajo la cabeza. El gallo decapitado se retuerce en la cuerda chorreando sangre un buen rato. Como especifica la voz en off que narra la escena, no es una prueba de destreza: los participantes pueden hacer todos los intentos que necesiten para arrancar de un tirón de puño la cabeza del animal.
Tras este prometedor comienzo, la película se adentra en las Batuecas, un extraño lugar con fama de arcadia rural en miniatura, un valle escondido y umbroso habitado por unos cuantos frailes. Pero, tras las montañas, termina por llegar a las Hurdes, donde vemos estampas de miseria casi sólida, expuestas en buen orden. Buñuel hace una viva descripción de la ecología de la comarca, sin tierra fértil ni terreno llano alguno, un laberinto de canchales y agujas de roca. Los aldeanos construyen literalmente sus campos en las riberas del río Hurdano cavando y alisando estrechas fajas de terreno paralelas a la corriente, defendiéndolas con muros de piedra y llenándolas con tierra vegetal traída a sacos de muy lejos. De estos campos sacan patatas y alubias, la base de su comida. No se conoce el pan, de ahí el nombre del film.
Tierra sin pan tiene algunos trucajes, como el evidente de la cabra despeñada, pero no necesita efectos especiales para transmitir una imagen durísima de la vida cotidiana de los jurdanos. En 2000 se llevó su merecido Don Luis: varios alcaldes de pueblos de las Hurdes se negaron a homenajearle en el centenario de su nacimiento, resentidos por algunas escenas de la película con primeros planos de “degenerados”, cretinos y discapacitados mentales, “que superan de largo a muchos cuadros de Ribera y Zurbarán”, nos informa la voz de bronce de Francisco Rabal, que locutó una versión de la banda sonora para la versión completa y restaurada del film. Luis Buñuel también es famoso por producir la segunda mejor justificación del vicio, después de la Winston Churchill (“El alcohol me ha dado más de lo que me ha quitado”): en una carta que le escribió a Francisco Rabal, ya anciano, le dijo: “Quien no fuma, ni bebe, en principio, es un cabrón. Y perdona el exabrupto” (lbunuel.blogspot.com.es).
Tochos: La Península mutante