Un Thunderchief de la F.A. de los Estados Unidos basado en Tailandia a comienzos de la década de 1970. El F-105 fue el principal avión utilizado en Rolling Thunder.
Bajo de la experta y tecnocrática dirección de Robert McNamara, las operaciones aéreas en Vietnam se planificaron para cubrir varios campos a la vez: contrainsurgencia local en Vietnam del Sur (con uso intensivo de napalm y defoliantes), violencia gradual contra Vietnam del Norte con el objeto de poner al país de rodillas mediante un bombardeo estratégico “clásico” (Rolling Thunder) y paralización de los envíos de suministros que alimentaban al Vietcong a través de la larga ruta Ho Chi Minh.
El poder aéreo norteamericano se mostró completamente impotente para conseguir estos objetivos ya desde el principio. Lo asombroso es que continuaran la escalada de violencia aérea durante nueve largos años, en la fase “fuerte” de la guerra, entre 1964 y 1973. Rolling Thunder fue una mezcla entre el bombardeo estratégico clásico de instalaciones vitales del enemigo –que desarticularían su economía y pondrían un fin a su capacidad de seguir adelante con la guerra– y el bombardeo colonial inventado por la RAF en los años 20 sobre Irak y Afganistán, en que el elemento psicológico era determinante para meter en cintura a los indígenas.
Se planteó como una secuencia espasmódica de ataques a una lista de objetivos cada vez más larga –y controlada estrechamente desde Washington, más exactamente desde el cuarto donde el presidente solía tomar el café– y cada vez más cerca de Hanoi, hacia donde subía desde la zona desmilitarizada en espantable progresión. Tras cada una de las explosiones de violencia en que consistía Rolling Thunder, el ataque se detenía bruscamente con la esperanza de ver ondear la bandera blanca en Hanoi, pero nunca sucedió tal cosa. Tras algunos días o semanas de vacilación, Johnson ordenaba continuar el ataque, cada vez más intenso y con menos restricciones.
Los resultados de las ediciones de Rolling Thunder de 1965 y 1966 fueron estudiadas en profundidad por la CIA, que estimó el número muertos civiles en 29.000. La operación se dio oficialmente por terminada en 1968. Los pilotos norteamericanos de cazas –probablemente el grupo profesional con la autoestima más alta del mundo, allá por 1960– descubrieron en Vietnam que su trabajo no tenía ya nada de glorioso, como lo fue el de sus predecesores en Flandes, Alemania y Corea.
Lejos de cargar sobre los cazas del enemigo en sus ágiles aviones, se hallaron reducidos al papel de conductores de aparatos como el Thunderchief, tan pesadamente cargados de bombas que su maniobrabilidad y radio de acción se veían drásticamente reducidas. En vez de hacer el trabajo para el que habían sido entrenados debían “cargar bombas en sus aviones y convertirse en artillería aérea. La tarea exigía una mentalidad diferente, y los pilotos de caza no se habían alistado en la USAF para hacer esas cosas.” En realidad esta vez los indígenas (los norvietnamitas) sí tenían aviación, pero inferior a la de los Estados Unidos en un factor de de 1 a 100 por lo menos.