La última elección en Brasil ha salido casi mitad y mitad (49%/51%) y muestra un país claramente dividido. Lula ganó en el Nordeste y Bolsonaro en el Sureste (más o menos). Cuando se trata de eleciones entre solo dos opciones, muchos países muestran una división mitad y mitad que se refleja en un mapa también partido mitad y mitad. Políticamente, eso no suele ser buen augurio. Los perdedores por poco no suelen aceptar bien la derrota y a veces pasan a la acción violenta (como pasó en España en 1936).
Pero la ciencia política ha evolucionado mucho desde entonces, y ahora una nueva técnica viene en ayuda de la paz, el progreso y la concordia: dividir geográficamente el país dividido en las urnas. En el caso de Brasil, la derecha se podría quedar con un país enorme con buena salida al mar, compuesto por los estados de Rôndonia, Matto Grosso, Paraná, Sâo Paulo, Santa Catarina, etc. Y la izquierda con Pará, Tocantins, Maranhâo y de ahí hasta Pernambuco y Minas Gerais.
Esa técnica se puede aplicar a cualquier país dividido. Por ejemplo, la votación del Brexit mostró dos territorios separables, que de hecho ya están bastante flojamente unidos: Escocia, Irlanda del Norte, el oeste de Gales y los alrededores de Londres por un lado y el resto de Inglaterra y el este de Gales por otro. En Cataluña el españolismo se carcajeó de Tractoria, la Cataluña palurda que votó al independentismo, y que abarca aproximadamente Gerona y Lérida, e inventó Tabarnia, más o menos Barcelona y Tarragona, que quiere continuar integrada en ¡España!
España misma en su generalidad está separada en dos países bien distintos. Progrelandia abarca una gran triángulo con vértices en Girona, Asturies y Alacant. Fachaland todo lo demás.