La jerarquía universal de calidad humana

Detalle de la portada de Les Annales Coloniales de noviembre de 1935

 

A finales del siglo XIX la jerarquía universal de calidad humana estaba establecida en varios escalones sucesivos. Tomando un número prudente de apartados, por ejemplo cinco, quedarían aproximadamente así:

1) Anglosajones, germánicos, nórdicos, franceses (estos últimos con dudas, al menos por parte de los alemanes): progreso, civilización y democracia industrial.

2) Irlandeses, polacos, italianos, españoles, portugueses, rusos, turcos, etc. (las razas latina y eslava): atraso, incultura y corrupción despótica.

3) Magrebíes, egipcios, turcos, chinos, japoneses: primitivismo en general, tiranías y despotismo oriental.

4) Negros, malayos, etc: salvajismo, equivalente al paleolítico superior.

5) Bosquimanos, hotentotes, pigmeos, australianos: cuasi-animalidad, equivalente al paleolítico inferior.

Y un piso inferior, la base de todo el edificio, formado por los grandes simios.

Todo el mundo estaba de acuerdo a grandes rasgos en la forma del edificio. Existían más dudas sobre cómo cada variedad humana había llegado a ocupar cada piso: Según la ampliamente admitida ley del progreso –aún hoy dominante– eran simplemente las fases evolutivas desde la animalidad a la humanidad, o desde el salvajismo a la civilización. Esta visión se consideraba optimista, pues implicaba la posibilidad de ascender posiciones, y es la más ampliamente aceptada en la actualidad, con ciertos reparos a comienzos del siglo XXI. Sustituyó a la ampliamente aceptada visión pesimista de la decadencia general de la humanidad desde una Edad de Oro. Según esta visión complementaria, la ocupación de los pisos inferiores era el resultado de avances en la degeneración, que podían amenazar a cualquier raza.

La jerarquía universal de calidad humana, establecida por primera vez en la segunda mitad del siglo XIX, fue una verdadera globalización antropológico-darwinista y simplificó mucho las cosas para el puñado de países que se aprestaban a dominar el mundo. Tradicionalmente cada nación, tribu o etnia se había considerado a sí misma como la única de calidad, y a todos sus vecinos como deplorables en mayor o menor grado. Eso se aplicaba desde a los arapahoes hasta los alemanes. La escala única mundial permitió pasar de este estado primitivo y local de superioridad a otro general y razonado. Ya no era necesario insultar a los otros, aludir a su mal carácter, deplorables costumbres higiénicas o carencia de moralidad. Simplemente, se encontraban a medio camino entre el hombre (entendido como el europeo de clase media) y el mono.

Reducir a hombres a la categoría de animales siempre fué el recurso favorito de todas las culturas en todos los tiempos para establecer sobre bases firmes su superioridad, y por ende la inferioridad de los otros, y por lo tanto la legitimidad de cualquier usurpación o explotación, amén de justificar la práctica de inflingir daño con deliberación. Tradicionalmente, muchas etnias o naciones se llamaban a sí mismas simplemente “los seres humanos”, “la gente” o “nosotros”, reservando a sus vecinos denominaciones coloridas muchas veces basadas en animales innobles, como perros, cerdos, ratas o cuervos. “Castellanos perros” llamaban en la comarca de Borja (Zaragoza) a los naturales de Soria. Eso era malediciencia de grano fino a gran escala y funcionaba de manera horizontal. Ahora la escala única mundial de calidad humana no necesitaba insultar a nadie, simplemente señalar que las razas no blancas estaban, como se había demostrado científicamente, a medio camino entre el hombre y el mono.

Esto no se decía únicamente de las “razas de color”. También se consideraba como seres intermedios entre la humanidad y la animalidad a los inferiores de la misma Europa, en particular el proletariado urbano, especialmente degradado a los ojos de los evolucionistas, y el rural de la Francia, Inglaterra o España profundas. (Luego la animalización se empleó con los más variados fines políticos: para Haeckel y muchos más, curas y aristócratas eran parásitos, como lo eran los kulaks en la Unión Soviética del primer plan quinquenal).

Se demostró científicamente que la imagen de los inferiores (desde un anarquista parisiense a un fueguino) tenían algunos rasgos comunes: gruesos arcos superciliares, rostro en hocico, labios gruesos, nariz respingona, aplastada o gruesa y aguileña, en cualquier caso apartada de la forma fina y recta que se consideraba superior, barbilla retraída y mentón en todo caso poco definido. El arquetipo del superior queda bien definido en los cómics norteamericanos de los años 30, por ejemplo Superman: frente despejada, nariz correcta, fuerte y saliente mandíbula. Dos elementos más caracterizaban a primer golpe de vista a los inferiores: un color de la piel más oscuro y la irregularidad de las facciones.

Esos rostros semibestiales, como el resultado de cruzar un mono con un humano, se encuentran en los rostros de los amotinados en Nueva York en 1862, en las sátiras anti-maketas de los diarios nacionalistas vascos, en las visiones de “qué sucedería si los proletarios conquistasen el poder” de la prensa burguesa europea de finales del siglo XIX y en las portadas de Der Stürmer, órgano antisemita alemán. En todos los casos estos rostros bestiales poblaron las pesadillas de los burgueses, la aristocracia, la gente de orden, los buenos alemanes o los seguidores de Sabino Arana.

Una vez definidos con esa precisión objetiva los distintos escalones de la humanidad, se planteaba el problema del contacto entre estos compartimentos. En algunos casos era inevitable y hasta íntimo, como en el caso de los esclavos negros en el sureste de los Estados Unidos, donde se intentó llevar a límite el modelo paternalista de cría de animales domésticos. En otros casos se podía ejercer el control a distancia, como en las colonias. En la Sudáfrica del apartheid se mostró la contradicción entre mantener a los negros alejados y al mismo tiempo muy cerca, en las fábricas, minas y servicios ciudadanos. En Tasmania se aniquiló al elemento indígena, que estaba desde el punto de vista de los colonizadores británicos cuatro o cinco escalones por debajo. En Australia se partió de la necesidad de evitar toda contaminación exterior en una sociedad que se deseaba pura, lo que implicó el casi exterminio de los aborígenes y la prohibición de la inmigración china, entre otras medidas. En Alemania se planteó y casi se realizó por completo el exterminio de etnias consideradas como inferiores y dañinas, los judíos y secundariamente los gitanos.

En el Israel actual un complejísimo sistema de controles armados y muros de hormigón prefabricado de siete metros de altura mantiene separados pero juntos a los judíos de los palestinos. Los muros se han usado muchas veces como separación radical entre dos variedades humanas, desde la Muralla China, comenzada en el siglo V antes de Cristo, hasta la Gran Muralla de México propuesta en 2017. La diferencia entre ambas estructuras es que la segunda forma parte del sistema mundial único de fortificaciones contra los pueblos inferiores, que pasa por la frontera entre México y Estados Unidos, el estrecho de Gibraltar, la frontera entre Marruecos y España, el Mediterráneo, los aeropuertos internacionales, etc.
En muchos casos se planteó la transformación paulatina de los inferiores hasta que pudieran ser considerados como pertenecientes al escalón superior. Por ejemplo, dotando a los proletarios británicos de casas decentes, sistemas de salud pública, etc., o en Argelia admitiendo la concesión gradual de la ciudadanía francesa a algunos árabes evolués (evolucionados). Creada en la segunda mitad del siglo XIX, la jerarquía universal de calidad humana continúa existiendo por debajo de la cultura buenista, cosmopolitista y globalista, y todo hace pensar que en la primera mitad del siglo XXI conocerá un siniestro revival, ahora bajo la etiqueta de la ideología identitaria.

Asuntos: ,

Tochos:

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies