Centrales como catedrales

La nave de alternadores de la central de Aldeadávila, en una imagen publicada por Iberduero en 1964. La central se inauguró en octubre de ese año y es sin duda la obra cumbre de la ingeniería hidroeléctrica española, con su presa de 140 metros de altura encajada estrechamente entre los acantilados de los Arribes del Duero y la maquinaria de sus dos centrales eléctricas alojada en bóvedas excavadas en la roca. Hoy en día es una de las joyas de la corona de Iberdrola, fundada en 1992 al fundir Iberduero e Hidroeléctrica Española (Hidrola) y produce montañas de electricidad a muy bajo coste, sin necesidad de quemar gas, carbón ni combustible nuclear. Aldeadávila recibió mucha publicidad como el ejemplo perfecto de cómo aprovechar los recursos naturales de la patria y forzar a las aguas a producir. Aunque el franquismo le sacó el partido conveniente, el proyecto se remonta a 1926, cuando se fundó Saltos del Duero para aprovechar la energía contenida en los Arribes, un profundo escalón por donde el Duero sale de la Meseta y se desploma sobre Portugal.

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