Resulta que los expertos son diminutos y viven en grandes ciudades subterráneas muy bien acondicionadas. Cada tipo de experto ocupa un barrio distinto. Están los expertos meteorólogos, los que dicen ante una tormenta de nieve en agosto en Sevilla “eso es normal” y lo demuestran con estadísticas desde 1867. Otro distrito acoge a los expertos médicos, encargados de las advertencias sanitarias que nos amargan la vida, por ejemplo que el primer cigarrillo de la mañana es el más dañino con diferencia, o que el etanol es cancerígeno.
Los expertos nutricionistas tienen un distrito entero para ellos solos desde el que advierten machaconamente que el desayuno es la comida más importante del día y que debe incluir frutas, cereales y lácteos, que debemos alimentarnos de manera equilibrada incluyendo las dosis adecuadas de proteínas, hidratos y grasas, que el perfil lipídico y el perfil glucémico son cosas muy importantes a tener en cuenta, etc.
Los expertos en relaciones laborales y políticas de empleo ocupan un recinto especial rodeado de un foso. Son los que peor lo pasan. A nadie le gusta que le vean en un bar en compañía de un experto en relaciones laborales y políticas de empleo. Por ejemplo, los expertos en relaciones laborales y políticas de empleo dicen que el seguro de desempleo no debe proteger a los trabajadores en paro y la gente se acuerda de que tiene que hacer algo importante en casa y les deja con la palabra en la boca. Lo mismo sucede cuando dicen que se debería abolir el salario mínimo, o que el despido debe ser ultra-fácil. Siempre acaban solos con la copa en la mano en un rincón de la barra.
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