El aciago Stuka de 31 toneladas

Un Heinkel He 177 Greif a comienzos de 1944, en Francia. La pintura negra de la parte inferior, que recuerda la de los bombarderos de la RAF, indica que este avión se dedicaba al bombardeo nocturno sobre Gran Bretaña.

Mientras que el Tercer Imperio alemán creó toda clase de armas extraordinariamente mortíferas y de aspecto muy amenazador en todos los compartimentos de la tecnología militar – ahí están los ejemplos del Stuka o el carro de combate Tiger– fracasó completamente a la hora de crear un equivalente de los mortíferos y amenazadores bombarderos estratégicos aliados.

Tras dejar de lado los prototipos del Uralbomber Ju-89 y Do19, el RLM (literalmente “el Ministerio de la Aviación Imperial) encargó a la industria en 1936 un bombardero estratégico, al mismo tiempo que Gran Bretaña hacía lo mismo. El Imperio británico obtuvo tres bombarderos pesados que, en número total de 15.000, machacaron noche tras noche Alemania hasta reducir sus ciudades a escombros humeantes. El Tercer Imperio alemán consiguió menos de mil ejemplares de un avión que nadie sabía muy bien cómo emplear.

El He177 Greif (Grifo, por el animal fabuloso con cuerpo de águila y patas de león) se apartó del diseño fácil que era de esperar a base de cuatro motores montados en el ala, un amplio fuselaje y torretas armadas repartidas por todo el avión. En su lugar los ingenieros de Heinkel trazaron un estilizado fuselaje sin apenas protuberancias y dos únicos motores (en apariencia) moviendo grandes hélices. El avión voló por primera vez el 19 de noviembre de 1939, diez semanas después del ataque a Polonia que comenzó la gran masacre.

La máquina tenía una velocidad punta de 500 km/h y un largo radio de acción (5.000 km) con mucho tonelaje de bombas. Así considerada, parecía un bombardero todavía más peligroso que el Lancaster o la Fortaleza Volante, pero ese no fue el caso, afortunadamente para los aliados. El desarrollo del avión se retrasó mucho y hasta 1942 no empezó su despliegue, que tuvo muchos problemas principalmente por la decisión de empaquetar cuatro potentes motores Daimler-Benz de unos 1.500 HP cada uno en dos estrechas barquillas.

Tanta potencia en límites tan estrechos era propensa al fallo y al incendio, y costó mucho conseguir que los 24 cilindros acoplados en total funcionaran razonablemente bien. La razón de tomarse tantas molestias en lugar de colocar los cuatro motores separados era que los planificadores del RLM no tenían en mente una solemne procesión de camiones aéreos portabombas dirigiéndose contra una ciudad enemiga, sino un enjambre de mortíferas aves de presa rápidas y maniobreras, algo así como un Stuka de 31 toneladas mucho más rápido y con mucho mayor alcance.

Del millar de He177 fabricados nunca hubo más de un centenar en servicio simultáneo, y para cuando los hubo en cierta cantidad la situación en el Este cada vez estaba más fea, así que fueron desplegados allí. Allí intentaron hacer retroceder al Ejército rojo sin mucho éxito, con variantes a las que se atornilló un pesado cañón en el morro para destruir tanques, una visión sin duda espeluznante para los tanquistas pero un derroche de recursos en términos militares. Otros Grifos fueron utilizados como cargueros para intentar abastecer a Stalingrado.

La oportunidad de funcionar por fin como avión del terror llegó en enero de 1944, cuando la Superioridad nazi exigió bombardeos de represalia sobre Londres como respuesta al duro ataque que los Halifaxes y Lancaster de la RAF ejercían noche tras noche sobre Berlín. Se consiguió reunir unos 500 aparatos, la mayoría Junkers Ju-88 y Dornier Do-217, con tal vez medio centenar de He-177 como únicos bombarderos pesados estratégicos participantes. La operación Capricornio (Steinbock) consiguió matar a unos 1.500 civiles en Inglaterra, en su mayoría mujeres, ancianos y niños, en Londres y otras ciudades, a lo largo de sus varios meses de desarrollo. Desde ese punto de vista fue un fracaso, pues esa mortandad la conseguía el mando de bombardeo de la RAF fácilmente en una sola noche, y en dos ocasiones al menos (Hamburgo en 1943 y Dresde en 1945) la multiplicó por 25.

Los He177 volaban a gran altura la corta distancia que separaba sus bases en la costa francesa y belga de Inglaterra y una vez en posición se lanzaban en un picado a 700 km/h, difícil de detener por los Mosquitos y Beaufighters que funcionaban como cazas nocturnos de la RAF por entonces (no hubo Spitfires ni Hurricanes como en el Blitz). La precisión de esta técnica era inexistente, los procedimientos de navegación no eran tan afinados como los de la RAF y en general nunca se consiguió una concentración de blancos y de incendios como los que sufrían las ciudades de allende el Rhur.

Si hubiera existido una bomba atómica alemana, la tendría que haber llevado el He177, pero eso no llegó a ocurrir, y el gran bombardero se hundió en la debacle final del imperio nazi sin saber ni siquiera para qué servía en realidad. Sin duda hay alguno esperando en el fondo de algún lado helado en Rusia.

 

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